tag:blogger.com,1999:blog-16043611702391023332024-03-14T00:25:41.993-07:00Más Feacios...<a href="http://feacios.blogspot.com">ir al portal de feacios</a>Eduardo Abrilhttp://www.blogger.com/profile/02969468729195969594noreply@blogger.comBlogger46125tag:blogger.com,1999:blog-1604361170239102333.post-22446479676252240192016-06-21T09:35:00.000-07:002016-06-22T10:50:28.393-07:00Páginas arrancadas de un diarioBorja Lucena<div style="text-align: justify;">
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<a href="https://3.bp.blogspot.com/-_xQDoYuW7Ew/V2lsGMAMjyI/AAAAAAAAATQ/AEFjgnWTuV4QAys70_fxH2vJRerZVKKZgCLcB/s1600/agenda_2897.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="187" src="https://3.bp.blogspot.com/-_xQDoYuW7Ew/V2lsGMAMjyI/AAAAAAAAATQ/AEFjgnWTuV4QAys70_fxH2vJRerZVKKZgCLcB/s320/agenda_2897.jpg" width="320" /></a></div>
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XX- XX- 2016</div>
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Dejé ya atrás dos meses de viajes, de lugares nuevos, de nuevos gestos y preocupaciones, de palabras inéditas. </div>
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Si me empeño en escuadriñar ese lapso de tiempo que, efectivamente, he
vivido, sobresale de entre la corriente efímera de cosas que no retornan
una única y perseverante estrategia. Llevado de la mano por cierta
soberbia filosófica, me atrevería a decir que esa estrategia no es algo solamente
mío, sino un rasgo antropológico que me permite comprender muchas cosas
de la vida humana. Me refiero a la crucial técnica vital por la que un
ser finito, como yo, consigue soportar la constancia de su propia
finitud, el presentimiento de la muerte que acecha, y que consiste en la
tenaz tentativa de convertir lo que se le presenta por vez primera en
un hábito, pues sólo así será capaz de hacerlo perdurar. </div>
<div style="text-align: justify;">
En mi caso, esparcidos por esos dos meses pasados, quedan un puñado de
microhábitos, de cosas que hice dos o tres veces -desayunar en esa cafetería, dar un paseo por ese parque, comprar el periódico en aquel quiosco-, cuya repetición fue
truncada por el cambio de las circunstancias. Esos hábitos estaban
condenados a la corta duración de lo efímero, pero aspiraban a la
eternidad. </div>
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La fijación de
hábitos no es una simple estrategia utilitaria, sino trágica posición
ontológica: en los hábitos aspiramos a vencer al tiempo. </div>
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XX-XX-2016</div>
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De la finitud que nos hiere, no conozco mejor evocación que la que, de pasada, hace Kojeve: </div>
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La nada y yo nos diferenciamos. Por cierto tiempo. </div>
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XX-XX-2016</div>
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Memoria fatal. De la lectura de una novela entera sólo me he quedado
con una sola idea, que, seguramente, he fijado porque expone en un solo
trazo el porqué de mi carácter impaciente: </div>
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<br /></div>
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Hace falta demasiado tiempo para aprender a ser paciente.</div>
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XX-XX-2016</div>
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A veces se achaca a éste o aquél pensamiento el ser exagerados. No
deberíamos procurar defendernos de esa acusación, sino más bien
enarbolarla como propia verdad. La exageración es la lente de aumento
del pensar, el modo específico en que lo aparentemente indiferente puede
revelarnos su efectiva importancia. Sin la intensidad de la exageración
todo lo que se nos muestra es, simplemente, lo que es, o lo que es
decir: nada. Si no exageráramos, nada se nos aparecería como cargado de
sentido. </div>
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<br /></div>
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Pensar es siempre una exageración. </div>
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<br /></div>
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<br /></div>
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XX-XX-2016</div>
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<br /></div>
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Las nuevas circunstancias que nos asaltan provocan un tumultuoso
conjunto de experiencias, muchas de las cuales se pierden
irremediablemente como se pierde, de acuerdo con Aristóteles, todo
aquello particular que nos afecta: sólo somos capaces de conocer lo
universal, es decir: lo que se repite. Nos dirigimos, pues, a lo nuevo y
desconocido con la esperanza de hallar en ello aquellas fibras que nos
remiten a lo que ya hemos vivido. Somos seres tan desesperanzados, tan
imposibles, que sólo podemos hacer un mundo construyéndolo con los
materiales del desaparecido mundo de nuestra experiencia pasada. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
Borja Lucena Góngorahttp://www.blogger.com/profile/12546210620228856506noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1604361170239102333.post-37175644562590246482016-05-31T06:42:00.000-07:002016-06-02T02:42:45.118-07:00La silla. Óscar Sánchez Vega<div style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://4.bp.blogspot.com/-gRSs67gmYZ4/V02SmsX07CI/AAAAAAAADyE/vXW5hluZePM3v7VVuyeBNqJNJIfjkx8QgCLcB/s1600/2016-05-31%2B14.14.42.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="https://4.bp.blogspot.com/-gRSs67gmYZ4/V02SmsX07CI/AAAAAAAADyE/vXW5hluZePM3v7VVuyeBNqJNJIfjkx8QgCLcB/s320/2016-05-31%2B14.14.42.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
Encuentro profundamente conmovedora la
imagen que encabeza este texto. Aparentemente no hay nada excepcional
en ella: es un aula al final de la jornada escolar. Pero a poco que
nos fijemos hay algo que destaca: esa silla que no está donde las
demás, esa silla que no descansa sobre el suelo sino que está
encima del pupitre. Aun así, a primera vista, no hay nada turbador
o emotivo en la imagen. Para que la imagen revele lo que hay es
preciso una narración que otorgue un sentido a la misma. Por lo
demás la narración es muy prosaica: a principios del curso todos
los profesores insistimos en que, para facilitar el trabajo de las
limpiadoras, los alumnos deben colocar la silla encima de la mesa al
final de la jornada. Las primeras semanas la norma se cumple pero,
poco a poco, de manera paulatina, algún estudiante no levanta su silla y
algún profesor, entre los que me incluyo, deja de reprochárselo.
Días más tarde la mitad de la clase no lo hace y finalmente todos,
alumnos y profesor, salen pitando del aula cuando suena el timbre
que anuncia el término de la jornada.
</div>
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<br /></div>
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Algo debemos estar haciendo mal en el instituto porque es precisamente en los últimos cursos
de la etapa educativa cuando este proceso degenerativo avanza más
rápidamente. Mientras que muchos alumnos de 1º de la ESO cumplen
con la rutina impuesta durante todo el curso, los alumnos de 2º de
Bachillerato ni siquiera llegan a establecer el hábito... aunque el
término “rutina impuesta” puede resultar equívoco. Sospecho que
muchas de las normas habituales de un centro de enseñanza tienen
como fin último amansar, domesticar a los jóvenes para que estén preparados cuando llegue el momento de su inserción
en lo que Foucault denominó "sociedad del control". Es preciso que los
futuros operarios acudan puntualmente al trabajo, permanezcan
sentados, no salgan del aula, no jueguen con el balón fuera de las
zonas acotadas, no acudan a la cafetería en otro horario
que no sea el recreo, etc. Es natural que el mundo de la vida genere
espontáneamente resistencias contra todo el entramado burocrático
que amenaza con aplastar todo impulso vital. Pero la norma que
estamos comentando no es de esta guisa, lo que se ventila aquí no es
obedecer una norma impuesta por la autoridad sino tener un gesto de
deferencia hacia personas con las que convivimos cotidianamente.
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
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Pues bien, este año tengo un 1º de
Bachillerato que parece seguir la evolución habitual:
aproximadamente a partir de Noviembre las sillas permanecen en el
suelo al término de la última hora, en buena parte por mi culpa,
porque por fatiga, despiste y dejadez he dejado de insistir sobre
este asunto. Pues bien, estamos acabando el curso y una alumna, día
tras día, durante meses, sin que nadie más la secunde, al final de
la jornada recoge sus cosas y coloca la silla sobre el pupitre. Lo
hace sin darse importancia, sin esperar nada a cambio. Su hábito no
es, o al menos no parece ser, un gesto de superioridad moral, un
silencioso reproche a hacia sus perezosos compañeros o hacia este
desidioso profesor. Lo hace sin pensar, lo hace, simplemente, porque
es lo correcto.
</div>
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<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
Me pregunto qué será de ella cuando
sea adulta. Me pregunto quiénes de su generación asaltaran las más
altas instituciones del Estado cuando les llegue la hora. Me pregunto
cómo fue la adolescencia de los prebostes y jerarcas que hoy están
en la cumbre de la pirámide social: si eran de los que dejaban la
silla en el suelo o la subían al pupitre. Estas son naturalmente
preguntas retóricas, creo conocer la respuesta... por eso me
conmueve la imagen.</div>
Óscar Sánchez Vegahttp://www.blogger.com/profile/06316945987968925939noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-1604361170239102333.post-33482488093447707812016-03-10T13:43:00.001-08:002016-03-10T13:44:11.975-08:00De cómo hacer un mundo con las manos. Ariane Aviñó<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://4.bp.blogspot.com/-LhubmspZcLY/VuHqWSy-URI/AAAAAAAAApE/Vl7Xz2yjFI4noG2U6MmqyqgEwgfe4CpDw/s1600/688132b063e511e3a0e412706257dc05_8.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="200" src="https://4.bp.blogspot.com/-LhubmspZcLY/VuHqWSy-URI/AAAAAAAAApE/Vl7Xz2yjFI4noG2U6MmqyqgEwgfe4CpDw/s200/688132b063e511e3a0e412706257dc05_8.jpg" width="200" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
Ella sujetaba un libro entre las manos, intentando que cada renglón no se esfumara al paso de su mirada poco entregada. Se había equivocado comprando ese libro, pensó, o quizá más tranquila, en unos días, cuando todo volviera a ser como antes, lo vería con otros ojos, el libro y el mundo. Mientras pensaba en si darle o no una nueva oportunidad a ese montón de páginas, se quedó unos segundos mirando sus propias manos, con las que acababa de cerrar el libro. Recordó que la última vez que se había detenido a mirar sus propias manos, fue más de una semana atrás, mientras hacía pan. Cuando hacía pan vigilaba bien sus manos, consciente de su absoluta ineptitud, intentaba convertirlas en manos virtuosas. De niña, cuando veía a su yaya amasar, le preguntó una vez si algún día ella tendría también pequitas en las manos, porque se le metió en la cabeza que esa habilidad para convertir la harina y el agua en una bolita suave y perfecta tenía algo que ver con esas pequitas tan especiales. Con el tiempo entendió por qué su yaya torció el gesto sin responder, aquellas manchitas eran el recuerdo de una pérdida, como lo eran sus canas o las líneas de su rostro. Pero por aquellos días ella quería para sí esas manos gastadas, y aún hoy aguarda la salida de cada mancha, imaginando que no tardarán muchos más años en aparecer para pintar el dorso de sus manos pequeñas y torpes. <br />
Y junto a ese pensamiento, comenzaron a abalanzarse muchos más. Sacudió sin darse cuenta la cabeza, como queriendo ayudarlos a escapar por las orejas, o al menos dejarlos adormecidos con la sacudida, pero todos esos pensamientos no iban a marcharse ni a dormirse. Así que fijó su mirada en la esquina del marco de la ventana, y colocó, una a una, las ideas en frágil equilibro, justo en el borde que la separaba a ella del movimiento del mundo que sucedía fuera del tren en marcha. <br />
La idea de la muerte, la más impertinente, no dejó ni un momento de trastocar el equilibrio, pero ella estaba decidida a no hablarse de la muerte, quería hablarse de las manos, de las manos que hacen, de las manos capaces, de las manos que inventan una nueva forma de ser manos. Para eso debía sustraerse a la velocidad, debía compensar la velocidad de la muerte y del paisaje de afuera, con la lentitud de las manos cuando están en pleno cuidado de las cosas. Las manos que pliegan, minuciosamente, el pañuelo de los domingos. Las manos que cosen para la eternidad un botón perdido. Las manos que no dejan escapar una espina. Las manos que acompañan como se merece la llave que abre la puerta de siempre, o la que la cierra para no volver nunca. Las manos que alargan el saludo más allá de lo permitido y que no dejan de remover el aire con los adioses, aun pasado el momento de la despedida. Las manos que no dan por finalizada una obra sin antes sostenerla con las dos manos y presentarla al mundo como quien ofrece agua. <br />
El tren llegó a una estación con parada y casi pudo ver como caían con el frenazo todas las ideas colocadas en la esquina de su ventana. Se detuvo el tren y su quehacer. Miró sus propias manos de nuevo, que aún sujetaban el libro cerrado encima de sus rodillas. Seguían siendo esas manos pequeñas, incapaces de resistirse a la autoridad y a la exigencia fabricada de las cosas. Y pensó que era urgente aprender a hacerse un mundo con sus manos, aunque sólo fuera para no encontrarlas un día pintadas de pequitas, sin haberse ocupado ni un instante del cuidado de las cosas.</div>
Eduardo Abril Acerohttp://www.blogger.com/profile/18427976698499800054noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1604361170239102333.post-1537377472253040272015-11-18T13:24:00.002-08:002015-11-18T13:46:00.279-08:00Conciencia-2. Eduardo Abril<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-m8v0k9iKwKA/VkzsQJsAmII/AAAAAAAAAlk/tr2riE8zF0w/s1600/CONCIENCIA2.JPG" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="200" src="http://2.bp.blogspot.com/-m8v0k9iKwKA/VkzsQJsAmII/AAAAAAAAAlk/tr2riE8zF0w/s200/CONCIENCIA2.JPG" width="200" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
Adán se levantó por la mañana y lo primero que miró fueron sus mensajes del móvil. Vio que su foto de perfil había cambiado por la misma que tenía el día anterior pero teñida por la bandera de Francia. Abrió el panel de aplicaciones y pulsó en un icono que decía “Conciencia2 y un mensaje invadió la totalidad de la pantalla: “Twitter y Facebook han sido actualizados con los contenidos siguien-tes”. Leyó y descubrió que, mientras él estaba ayer por la noche viendo una película con su vecina Laura, a la que llevaba semanas pretendiendo, su perfil facebook y Twitter se había actualizado automáticamente: le había dado al “like” de varios de sus contactos, había retuiteado algunos memes, e incluso había colgado un comentario propio junto a un vídeo. Su actividad en las redes sociales era, a esa hora de la mañana, la de un ciudadano crítico y comprometido con el mundo, el medio ambiente y las causas más nobles. Y todo eso, sin mover un dedo, mientras la noche anterior se divertía con Laura. </div>
<div style="text-align: justify;">
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Adán esbozó una sonrisa consciente de lo que había pasado, y se concentró en el contenido de su actividad. Al parecer, unos terroristas del Isis se habían colado en una sala de conciertos en París y habían matado a más de ciento veinte personas. “Vaya marrón”, pensó, y después leyó el comentario que había “escrito” la noche anterior, junto a un vídeo de la Torre Eiffel iluminándose por partes con el color de la bandera francesa: “Algunas veces no comprendo la irracionalidad absurda del ser humano, hoy todos somos franceses, unidos contra la barbarie”. Esbozó una sonrisa y se sintió lleno de orgullo por el comentario. </div>
<div style="text-align: justify;">
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span> Hace unos meses, cansado de ser el último en enterarse de las cosas en la oficina, tras una lamentable experiencia, decidió descargarse esa App de la que le habían hablado, “Conciencia2”. Llegó a la oficina y un compañero le hizo un comentario desde la sala de café... “Adán, ¿te has enterado?, menudos hijos de puta”. Él asintió sin saber a qué. Enseguida comenzaron a llegar el resto de compañeros y las conversaciones parecían ir en una dirección clara: algo había pasado. Cogió su móvil y abrió Twitter buscando la respuesta, pero su repelente compañera Amanda se percató de su búsqueda. “Dios, Adán, ¿no sabes qué ha pasado? Llevas todo el fin de semana sin saber nada ¿no?”. Al parecer los últimos días habían sido una locura de violencia machista, habían muerto cinco mujeres a manos de sus parejas y las redes sociales ardían contra este tipo de actos injustificados. </div>
<div style="text-align: justify;">
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Después de que se instalase Conciencia2, hace un año, nunca más le volvió a suceder eso. Es más, desde entonces sus compañeros le tenían por una persona sensible que estaba implicado con el mundo que le rodeaba, y todo se lo debía a esa maravillosa App. Conciencia2 hacía todo eso por él, seleccionaba artículos, los comentaba, retuiteaba lo más interesante, e incluso cambiaba su foto de perfil y su estado de acuerdo a los acontecimientos del momento de manera automática. Pese a su éxito, pues era una de las App más descargadas desde que había llegado al mercado, nadie reconocía abiertamente que la usaba. Era como un secreto a la vista de todos. Todo el mundo la la tenía y era consciente de que la actividad de las redes sociales era una farsa, que verdaderamente los contactos que uno tenía no pensaban o decían eso, que todo era Conciencia2 tomando ya las decisiones pertinentes que lo convertían a uno en un respetable miembro de la comunidad virtual. </div>
<div style="text-align: justify;">
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Cuando esa mañana llegó a la oficina, Amanda le tomó del brazo y mirándole a los ojos le dijo con mucho sentimiento “Adán, ha sido muy bonito lo que escribiste en twitter anoche” y con un gesto muy cariñoso le puso una pequeña pegatina con bandera francesa en la solapa de la chaqueta. Después siguió repartiéndo insignias por la oficina. </div>
<div style="text-align: justify;">
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Al medio día, tuvo una comida de trabajo con su jefe y varios de sus compañeros, junto con una delegación de la empresa que venía desde Barcelona. Comieron en L'Hardy y la conversación, salvo escasos momentos en que realmente trabajaron, estuvo acaparada por el atentado de París. Sobre todo después de que uno de los compañeros catalanes pasara un video de cómo los supervivientes escapaban de la masacre a través de una de las salidas de emergencia de la sala de conciertos, pasando por encima de los cuerpos de otros que no tuvieron tanta suerte. Una chica comentaba "mira, hay uno que se agarra a la ventana, qué cabrones, cómo pueden hacer algo así". justo después los camareros empezaron a poner en la mesa suculentos platos de perdiz, de pato y enormes solomillos de vaca. </div>
<div style="text-align: justify;">
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Por la noche Adán había quedado con sus amigos para ir a la manifestación de repulsa. Incluso uno de ellos había hecho un grupo de whatsapp para el evento al que le había puesto el nombre de "Je suis Paris". El plan era ir a la concentración en Sol y después cenar en la Gastro de Chema, un sitio nuevo que tenía buenas críticas y todos tenían ganas de probar. El problema era que nunca coincidía que pudieran juntarse el grupo completo, así que la manifestación había sido la excusa perfecta para acudir finalmente al restaurante. En Montera, Adán se hizo un selfie con dos de sus amigos donde se podía ver la marabunta y a lo lejos una gran pancarta que rezaba "No al terrorismo". Conciencia2 tardó a penas unos minutos en identificar la foto y subirla a Facebook con el pie "Hoy Madrid también es París".</div>
<div style="text-align: justify;">
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Cenaron y mantuvieron una animada conversación sobre el terrorismo yihadista. Unos decían que el problema son los musulmanes, que tienen una religión que promueve la violencia, mientras que otros defendían que hay que separar la religión de los terroristas, que son locos fanáticos. Después todos se tomaron una copa brindando animadamente por los franceses. Incluso, uno de ellos, se animó a cantar la Marsellesa viendo cómo todo el restaurante le acompañaba tarareando la música y sustituyendo la letra por la de la canción de Masiel. </div>
<div style="text-align: justify;">
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>A la salida de la Gastro, casualmente Adán reconoció a un antiguo compañero de universidad, que caminaba con prisa con una bolsa de McDonalds en la mano. "¡Coño Fede, qué casualidad¡, qué ¿has venido a la manifestación?". Fede le miró con hastío y le contestó seco, "Hola Adan, no he venido a la manifestación, solo he bajado a comprar la cena". Adán le miró con condescendencia y le habló pasándole el brazo por encima del hombro: "Fede, tu siempre tan raro. Tienes que ser un poco más sociable hombre. Míranos a nosotros, hoy todos estamos unidos para apoyar a las víctimas de París". Fede se quitó el brazo de encima y le contestó, ahora con una voz más firme: "¿Y qué pasa con las víctimas de Irak, de Afganistán, de Siria o de otra docena de países? ¿A esos no merece la pena apoyarles?". Todos los amigos de Adán se callaron de pronto y todos miraron". Adán miró a sus amigos, sonrió, y pensó para sí "joder, no tengo ni idea de qué me habla este tío, ¿por qué no habrá salido nada de eso en Conciencia2?". Luego habló en tono conciliador: "bueno sí, Paris, Afganistán, Siria... !qué más da¡ Lo importante es que estemos unidos frente a la barbarie ¿no?". Fede esbozó una sonrisa y contestó: "Claro que sí Adán, lo importante es que esteis unidos. Pero yo no, yo me voy". Se dio media vuelta y se marchó.</div>
<div style="text-align: justify;">
Al rato Adán miró su móvil y descubrió que había comentado en Facebook: "Cenando con los mejores amigos en la Gastro de Chema. Hoy más que nunca unidos"</div>
Eduardo Abril Acerohttp://www.blogger.com/profile/18427976698499800054noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-1604361170239102333.post-45423161365523714492014-11-18T08:51:00.000-08:002014-11-18T11:58:02.623-08:00Fetichismo.Eduardo Abril Acero<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-hF2O_SomNDk/VGt65s53GWI/AAAAAAAAA4U/w7F8lsqKAnE/s1600/camisetaflor.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://2.bp.blogspot.com/-hF2O_SomNDk/VGt65s53GWI/AAAAAAAAA4U/w7F8lsqKAnE/s1600/camisetaflor.jpg" height="200" width="200" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
Claudia. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Hoy es el
cumpleaños de Claudia y voy a salir pronto del trabajo para ir a comprar su
regalo. Sé que quiere un microscopio porque me contó hace dos meses que en el instituto
habían visto las células de una cebolla, y ese día vino emocionada pensando que
dentro de cada cosa hay otro mundo infinitamente más pequeño. Yo le voy a
llevar como regalo una ventana a ese mundo, y quién sabe si en el futuro,
cuando trabaje en un laboratorio en el que investiguen contra el cáncer y estén
a punto de dar con la vacuna definitiva, se acordará de mí y de su primer
microscopio, de esa forma reservada sólo para algunos recuerdos.</div>
<div style="text-align: justify;">
En el hospital,
cuando ven la foto de Claudia en mi taquilla, me miran sorprendidos y
preguntan <i>“¿tienes una hija</i>?”. Los días que estoy amable<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>simplemente contesto que no, forzando la
siguiente pregunta <i>“¿es tu sobrina entonces?”</i>. Y los días muy negros o muy luminosos
clausuro la conversación de salida sentenciando que <i>“sólo es una buena amiga”</i>.
Después de eso no se atreven a preguntar más, mi mala fama me evita un montón
de conversaciones estúpidas.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Gloria.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Gloria llegó intranquila, como llegan todas. Esperaba una
mala noticia y yo se la di. Era una mujer atractiva pero sus gestos duros
hablaban de una vida difícil. Claudia aguardaba en la sala de espera, pero ella
estaba sola sentada frente a mí. Miraba constantemente el reloj, incluso
después de que le hubiera confirmado que se iba a morir; <i>“entonces... es
inevitable”</i>,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>dijo sin preguntar,
mirándome a los ojos; quería escuchar<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>su
propia voz realizando lo que ya había escuchado en mis palabras, como si no
fuera suficiente el pensamiento acostumbrado a acoger los productos de la
imaginación y tuviera que rellenarlos con materia. Hay gente así. Reservan los pensamientos para la imaginación
y dejan que la voz se ocupe de los hechos. Gloria se decía en voz alta, a<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>un minuto de salir por la puerta, <i>“tengo que
ir a buscar a Claudia”</i>, o un mes antes frente al espejo <i>“me duele el pecho”</i>.
Pero reservaba la imaginación, el habla silenciosa, para retornar al día
brillante en que concibió a su hija Junto a Robert, o para imaginarla grande,
fuerte, independiente, brillante en el descenso de su juventud, o para imaginar
que todo lo que yo le estaba contando no era más que un mal sueño.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Con una mano agarraba el apoya-brazos de la silla con
fuerza, y con la otra sujetaba un monedero grande. Su pelo lacio cubría uno
de sus grandes ojos a la mitad, y su nariz grande<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>sujetando unas enormes gafas de pasta negra,
hablaban de una mujer que miraba con un corazón tan amplio como oscuro.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Después de haber dado un millón de veces aquella noticia,
había aprendido a tomar distancia. Algunas personas se derrumbaban y les
resultaba difícil controlar los gestos de su cara, de tal modo que parecían
llevar una máscara en la que la mitad derecha reía mientras lloraba la izquierda.
Otras,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>se quedaban calladas, frías y
distantes, mirándome con desdén, apretando los dientes y los puños; la mayoría
se interesaba por nuevas pruebas, nuevos tratamientos, nuevos doctores. Ponían
en cuestión los resultados de los análisis, incluso mi criterio y mi
experiencia para darles aquel resultado. Yo no me ofendía nunca.<br />
<br />
<div style="text-align: justify;">
Ahora sé que Gloria sólo pensó en Claudia, sentada en
una de esas sillas de plástico naranja, atornillada a un banco metálico que
había en las salas de espera del hospital, con sus piernas colgando,
cruzándolas y descruzándolas mientras le cambiaba la posición de los brazos a
una muñeca Barbie. Esa fue la primera vez que la vi, con su pequeña camiseta
rosa en la que se dibujaba una flor blanca y naranja. Años después, con un
cuerpo cambiado y un armario diferente, aún conservaba esa prenda, que guardaba
cuidadosamente en el fondo del cajón de las camisetas, como si existiera aún la
posibilidad de ponérsela. Un día le pregunté: <i>"por qué no la tiras ya? No es más que un trapo"</i>. Ella me
miró con cara de desdén, con un gesto de condescendencia, como si no entendiese
nada y me contestó simplemente <i>"porque me gusta"</i>. Después siguió mirando por el microscopio, así pasaba
casi todas las tardes. Comprendí que hay cosas que son la puerta de entrada a
otros mundos.</div>
</div>
Eduardo Abrilhttp://www.blogger.com/profile/02969468729195969594noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-1604361170239102333.post-43074360714661268672014-08-20T09:48:00.001-07:002014-11-19T14:13:40.897-08:00Forever Young. Eduardo Abril<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-mzH0aXdpqM8/U_Xa5slJgVI/AAAAAAAAA2E/h73Ln8BjyHo/s1600/cipreses.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://4.bp.blogspot.com/-mzH0aXdpqM8/U_Xa5slJgVI/AAAAAAAAA2E/h73Ln8BjyHo/s1600/cipreses.jpg" height="200" width="200" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
La luz se derramaba con timidez esa mañana, cuando ya se presentía la
primavera en pequeñas flores blancas que crecían entre las grietas
del asfalto húmedo. Aún hacía frío y al salir a la calle el
primer aire que respirabas llenaba tus pulmones de frescor. Fui allí
pensando en despedirme, y ni siquiera sabía qué debía decir.
Estaban los de siempre, rodeándola con veneración y sin ocultar las
secreciones malsanas de la piel. Y yo, que siempre me siento fuera de
lugar, me sentía más aún fuera de lugar, como uno que anda por
fuera de los senderos que se trazan por el trasiego de paseantes, y
aún siente la necesidad de apartarse cuando se cruza con alguno. Me
acerqué a ella y me sonrió, como siempre, con esa boca pequeña y
esa mirada lánguida y penetrante. Llevaba el pelo recogido en una
única trenza detrás de la cabeza y lucía un radiante vestido
blanco, como el de una novia en una boda sencilla. Pero sólo me miró
y me sonrió, sin decir ni una palabra. Me acerqué delicadamente y
le susurré al oído “<i>Que dios te bendiga y te proteja siempre,
que se cumplan todos tus deseos, que trates bien a la gente y dejes
que los demás sean buenos contigo. Que construyas una escalera a las
estrellas y subas un peldaño cada día. Que siempre permanezcas
joven</i>”. Después de eso, se la llevaron y el cura comenzó a
pronunciar su oración.
</div>
<div style="line-height: 100%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div align="justify" style="line-height: 100%; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div align="justify" style="line-height: 100%; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
Eduardo Abrilhttp://www.blogger.com/profile/02969468729195969594noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1604361170239102333.post-8263259852413168952013-12-04T14:05:00.000-08:002014-11-18T08:32:27.823-08:00Amor posmoderno. Borja Lucena<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://1.bp.blogspot.com/--v7BRbdDnaI/U1rPJwhiKiI/AAAAAAAAArs/9aIBnpuWrn4/s1600/amorposmoderno.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://1.bp.blogspot.com/--v7BRbdDnaI/U1rPJwhiKiI/AAAAAAAAArs/9aIBnpuWrn4/s1600/amorposmoderno.jpg" height="200" width="200" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
Persiguió a esa mujer por bares,
iglesias y restaurantes que ofrecían el pan a precios variados, tiendas
de cosméticos. La buscó por arrabales y barrios de clase media, por
manifestaciones y sórdidas librerías de viejo. La encontró, a veces,
comprando una botella de leche o algo de verdura para la comida, leyendo
distraídamente una revista bajo el sol de marzo, o saliendo de un baño
público. Se le aparecía como una diosa, un signo en el cielo de
felicidad duradera, una conversión a una vida mejor y más rica.
</div>
<div style="text-align: justify;">
Por fin desarticuló sus defensas, derribó sus murallas y estratagemas, y
una noche pudo llevarla a casa, donde, tras una copa, tres cigarrillos y
algo de vacilante conversación, se encerró con ella en el dormitorio.
Si por él hubiera sido, para no salir jamás. Comenzó a desnudarla con
urgencia, a rozar con sus dedos su carne ondulante, sus labios y
pestañas. De repente, una duda le asaltó el pensamiento. Aceleró
impaciente la marcha de las manos sobre la ropa, desabotonando, bajando
cremalleras y soltando broches infinitos. Ya no era el deseo de la carne
lo que le empujaba, sino el solo anhelo de saber. Buscó, como en un
callejero interminable, lo que más temía encontrar y, finalmente, en la
espalda, encontró la pequeña inscripción. Cerca del culo. Made in China.</div>
Eduardo Abrilhttp://www.blogger.com/profile/02969468729195969594noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1604361170239102333.post-48817669021291480992013-04-11T13:47:00.001-07:002014-04-26T01:27:47.941-07:00Las nubes y las casas.Ariane Aviñó<div style="text-align: justify;">
<a href="http://www.elstrott.com/" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://3.bp.blogspot.com/-e-i6t6AaT0Y/UWchIVjhH0I/AAAAAAAAAf0/9OV4Sn4wHKk/s200/www-elstrott-com.jpg" height="199" width="200" /></a>
<span style="font-size: small;">Miraba hacia las nubes enganchadas entre las rocas de las montañas, retenidas por
sus muros rojizos y extremos. Los árboles con dedos como antenas
fingían que las agarraban y deshacían, como cuando su hermanita
mayor arrancaba un pedazo de algodón para curarle un rasguño en la
rodilla. Pensó entonces que seguramente los árboles curaban con
trozos de nube las heridas de la tierra, y cuando el día transcurría
demasiado azul y amarillo, cruzaba con fuerza los dedos para que
ninguna piedra ni ningún camino sufriera un accidente. Pero aquel
día prometía un tráfico constante de nubes por el cielo, y eso le
hacía sonreír tranquilo. Siguió su camino hacia el colegio,
vigilando su zapato derecho, en el que poco a poco iba aflojándose
el nudo. Calculaba si llegaría a su destino antes de comenzar a
pisarse los cordones, cuando su hermana lo detuvo, lo apartó a un
lado de la acera, y se agachó para atarle de nuevo los zapatos.
Pararon justo delante de uno de los árboles podados en forma de
paraguas que adornaban toda la calle. Pensó que si algún día
comenzaba a llover sin avisar al salir del colegio, podrían ir
rápido de árbol en árbol y llegar a casa casi sin mojarse.
</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"> El día
estaba transcurriendo como siempre, con tantas novedades que no sabía
si iba a poder recordarlas todas para cuando llegara a casa. Se
acumulaban los acontecimientos; un recién llegado a la clase, la
despedida de una maestra que iba a tener un bebé, una nueva canción,
el cumpleaños de una niña de su clase... Y las nubes que, contra
todo pronóstico, habían desaparecido y dejaban un cielo azul limpio
y espléndido, que a todos alegraba menos a él. </span>
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"> Todos sus
sentidos estaban centrados en seguir el recorrido de una hormiga que
bailaba solitaria por encima de la mochila de su compañero de
delante, cuando de repente sonó la música y el rumor sincronizado
de las sillas anunciando que las clases habían terminado ese día. </span>
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;">- Frank,
tienes una hormiga en la mochila</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;">- ¡Mamá!
¡Tengo una hormiga en la mochila, toma! </span>
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;">- Un beso,
¿no?</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"> Frank y su
madre se fundieron en un abrazo mientras ella sujetaba la mochila en
una mano y un par de bocadillos en la otra. </span>
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;">- Ahmed,
cariño, te vienes a casa con nosotros, anda, ves comiéndote el
bocata.</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"> Ahmed y
Frank eran grandes amigos, y no era la primera vez que pasaban la
tarde en casa de uno o de otro. Ahmed cruzaba los dedos cuando salían
del colegio para que fuera su madre la que estuviera esperándole con
dos bocadillos, porque la casa de Frank no le gustaba. Era tan grande
y tan blanca que cualquier paso en falso era imposible de esconder.
La madre de Frank era una mujer cariñosa y amable, pero Ahmed se
entristecía cuando al encontrar una huella de zapato en una silla a
ella se le transfiguraba el rostro, y brotaba de sus ojos un brillo
similar al que aparecía en los ojos de su propia madre cuando
colgaba el teléfono después de una conferencia con Marruecos. Así
que Ahmed jugaba con tanto cuidado, que al final de la tarde tenía
un gesto de derrota que hacía a su madre temerse cualquier cosa.</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;">- Ahmed ¿Te
has peleado con Frank? ¿Te ha pasado algo en el colegio? ¿Qué ha
pasado? Algo ha pasado, seguro...</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;">- Nada mamá,
me gusta jugar con Frank, pero no quiero ir a su casa...</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"> Entonces
era la madre de Ahmed la que súbitamente lucía el rostro de un
prisionero de guerra del bando vencido:</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;">- Es una
casa muy bonita, Ahmed, preciosa.</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"> En ese
momento, la madre de Ahmed era tremendamente torpe para comprender
los sentimientos de su hijo. Y Ahmed era demasiado pequeño para
saber que los padres no lo saben todo.</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"> Pero esa
tarde era la madre de Frank la que había ido a recogerlos, así que
tendría que pasarla en su casa. Subieron en el coche y se marcharon
hacia allí. De camino la madre de Frank se dirigió a los niños:</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;">- Frank,
¿quieres que Ahmed se quede a dormir esta noche? Mañana es viernes,
¿qué te parece si se queda el fin de semana también? Podemos
hinchar el colchón de invitados con la hinchadora esa que hace tanto
ruído...</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;">- ¡Sí! </span>
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;">- Ahmed, tu
mamá te traerá unas cuantas cosas esta tarde para pasar unos días
en casa, ¿qué te parece? </span>
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"> Ahmed no
sabía qué decir. Se quedó en silencio. Nunca había dormido fuera
de su casa. Se imaginó con las luces apagadas, en una habitación
extraña, y sin poder evitarlo, comenzó a llorar desconsoladamente.
Cuanto más intentaba dejar de llorar, más se hundía en su garganta
el llanto, y más incontrolable se volvía. Los latidos de su corazón
subían como zumbidos a sus oídos y no podía oír lo que Frank y su
madre le decían. Llegaron a su destino y desde la ventana del coche
Ahmed vio a su madre con una bolsita de la que asomaba su pijama. La
madre de Frank le desabrochó el cinturón, mientras le hablaba, pero
él no podía escucharla por los zumbidos y la respiración acelerada
y entrecortada que era incapaz de sosegar. Ahmed bajó corriendo nada
más estuvo libre del cinturón y se abalanzó sobre su madre,
intentando hablar, pero sin poder hacerlo. Su madre lo cogió como lo
cogía cuando era mucho más pequeño que ahora, y mirando con
angustia a la madre de Frank le dijo con un hilo de voz: </span>
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;">- Quería
explicárselo yo, Ingrid, quería explicárselo yo.</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;">- No le he
dicho nada, Fátima, ha comenzado a llorar cuando le he dicho que se
quedara a dormir unos días, no sé qué le ha pasado...</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;">- Mamá,
tenemos que ir a casa, a coger el trabajo de los escarabajos. Mañana
tengo que llevarlo al cole.</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"> Ahmed
parecía más tranquilo, había tenido una idea brillante. Si Ingrid
les llevaba a casa, Ahmed convencería a su madre de que se quedaran
allí, y no tendría que pasar la noche en casa de Frank. Sabía que
su madre nunca dejaría que él fuera a clase sin los deberes hechos.
</span>
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;">- Ahmed, no
podemos ir a casa ahora, el tío viene a recogerme y voy a pasar unos
días con ellos, que la tía está enferma. </span>
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;">- ¿Y mi
trabajo de los escarabajos? Tengo que llevarlo mañana a clase. El
tío puede pasar por casa y lo cogemos. Mamá, no puedo ir a clase
sin el trabajo. </span>
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;">- Ahmed,
cariño, te haré una nota para el profesor, ahora no podemos ir a
casa.</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"> Ahmed
estaba a punto de entrar en una de sus muy poco frecuentes rabietas
cuando vio como las manos de su madre caían como las ramas de un
árbol en un vendaval a lo largo de su cuerpo. Las manos de Fátima
eran como pájaros o remolinos, siempre dibujaba con ellas las
palabras que decía y las que no decía, nunca se cansaban. Cuando
hablaba, bailaban al son de sus mensajes, como empujándolos para
hacerse entender lo mejor posible. Y cuando pensaba en silencio, sus
dedos siempre delataban las inquietudes de su alma. Pero de repente,
sus manos, como fríos aludes, quedaron inmóviles, colgando, de sus
brazos. Ahmed la miró a los ojos, y se sintió solo, como aquel día
que se perdió en el mercado. Fátima se recompuso rápidamente, pero
sus brazos seguían mudos: </span>
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;">- Ahmed,
cariño, no podemos ir a casa. Perdona, olvidé el trabajo de los
escarabajos, se quedó en tu habitación, no sé cómo pude dejarlo
allí, con lo bonito que nos había quedado. Podemos hacerlo de
nuevo, no quedará tan bonito, hecho con prisas, pero al menos no
irás a clase con las manos vacías. La casa del tío está muy
llena, ya lo sabes, además todas nuestras cosas están allí, menos
tu trabajo, ¿cómo se me ha podido olvidar? Tendrás que dormir
conmigo, como antes de hacerte mayor, ¿quieres?</span></div>
Eduardo Abrilhttp://www.blogger.com/profile/02969468729195969594noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-1604361170239102333.post-29174462811665150482012-10-25T11:29:00.000-07:002015-04-11T02:24:34.604-07:00Laura, Rosa, De amore. Alfredo Ferreiro<a href="http://2.bp.blogspot.com/-mGAupmp7jW0/U1rVk-i7sfI/AAAAAAAAAsE/oaLBb5_uj0I/s1600/laura.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://2.bp.blogspot.com/-mGAupmp7jW0/U1rVk-i7sfI/AAAAAAAAAsE/oaLBb5_uj0I/s1600/laura.jpg" height="200" width="200" /></a>
<i>Sinestesia </i><br />
<i>Acércate. Aferra el puñoa la tierra.Es tuya y tú de ella.Písala grave.Cimienta tu huella.Rompe el caminoy desata la fiera.Allá te esperarota, vencidae inquieta.Arróstralahasta unirsenda y estela.Donde todo yace,salvo el musgoen la piedra.
Moonmadness</i> (Último poema de Laura)<br />
<br />
<div style="text-align: justify;">
Me he enterado esta mañana, me lo ha dicho X. Y Ahora estoy aquí en casa contigo, escribiéndote, diciéndote como si estuvieras aquí o yo contigo.
Lo único que sé o que he sentido es que no voy a poder ver más tu sonrisa y que nunca dejaré de verla. Solo he podido llorar, tú ya descansas, es lo que me dicen todos y será así, yo soy muy egoísta y solo sé que para el resto de mis días ya no estás, que esa es la puta realidad, que ya no podré verte feliz y en paz.
Te he visto tantas veces sufrir y llorar desde el maravillosos instante en que me fue otorgado conocerte y quererte y ser querido por ti. Ahora a mi cabeza vienen los momentos en que te vi alegre, contenta, divertida, ácida, irreverente, generosa........., las cosas hermosas que hemos vivido y nuestros diálogos absurdos, sin sentido que tanto nos hacen reír. Ahora no puedo cantar tus virtudes, tantas, y escribir obviedades o cosas que habrán escrito otros cuando han pasado por algo semejante. No porque tú seas distinta en demérito de otros u otras, sino porque a ti no puedo decirte lo mismo porque tu eres única para mi.
Tú lo podías todo y nada tenías que demostrar. Me consume que no consiguieras conocerte, que segaran de raíz tu derecho a quererte y ser querida por los que veían lo que otros te impedían ver y amar. Triste final, no vamos a engañarnos. Solo tú has podido mitigar el horror de lo acontecido, dar un sentido al sin sentido, en silencio, desnuda, trágica, veraz, dándote entera a la vida y a la muerte; tú sola, sin red, te has lanzado, al límite de lo soportable, hacia la libertad y la tranquilidad que te fueron vedadas en este paraíso de miseria y egoísmo, has vuelto a darnos una lección. Ojalá donde estés te traten con respeto.
Yo tuve la enorme fortuna de verte tal cual eras y admirarte por encima de tu falsa imagen respecto de ti misma que otros fabricaron, nunca conseguí que te vieras a través de mis ojos, no se si era posible y como cualquier hijo de vecino yo también me equivoque muchas veces y lo sigo haciendo. Pero si alguien me hizo ver lo bueno que pueda haber en mí esa fuiste tú.
Creo que ya lo he dicho, si no queda dicho ahora, te admiro, admiro tu belleza, tu bondad, sinceridad, tu desinterés, tu desapego, tu fuerza, tu inteligencia y tu valor, tu valentía.... ojalá consigas que yo siga creciendo hacia tus dones, no dejes de intentarlo.
No puedo estar más orgulloso de conocerte, me pasó con mi madre, seguramente mi duelo por ella se prolongue, amén de por su insustituible falta porque no pudo llegar a conocerte, cuantas veces te lo habré dicho, esa espina siempre la tendré. Ahora que eres tú la que estás en mí de otra manera, convertida también en luz y en faro y en viento y lluvia y sol y palabra y montaña, collado, piedra, nevero, mar, agua, estrella, cometa, en verso y música......... y ejemplo, y ..., ahora para llevar este dolor atroz solo me queda el mismo orgullo que sentí por ser hijo de mi madre. Conocerte, amarte y ser amado por ti, que más se puede soñar, qué ruinas o estulticias pueden cobijarse bajo el ansia y el deseo enfermo de un ser humano, si lo que me ha sido otorgado, el regalo que eres tú, ser querido por ti, estar a tu lado y sentirte tan cerca es lo más grande y aspirable, lo único. Entras a morar otra casa, es muy parecida a otra en la que estás ya, en la que moró Margarita, las dos están dentro de mí y son tan semejantes que se confunden, yo, Alfredo en lo que sea. Como ella, ni un segundo dejaré de recordarte ni pasará un instante sin que tu llama alumbre y me alumbre.
Ahora dolor, no puedo mirar para otro lado y lo que veo arrastra parte de mi vida y se va contigo donde quiera que estés y yo quiero que se marche, no lo quiero para mí, es tuyo. Ya recuperaré la sonrisa, no te voy a hacer ese feo, esa que siempre me dijiste que te gustaba y que me enseñaste a apreciar. En cuanto pueda iré a verte, no se dónde estas pero ya te buscaré y hablaré contigo y te contaré cosas y lloraré y reiré contigo.
Mi familia y mis amigos se duelen conmigo y te celebran, nunca te olvidarán.
Ahora mi amor hasta luego, descansa, haz lo que quieras.....
Te quiero............ Gracias por todo, gracias......</div>
Borja Lucena Góngorahttp://www.blogger.com/profile/12546210620228856506noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1604361170239102333.post-16943751532184359912011-03-01T09:33:00.000-08:002014-04-25T14:22:28.579-07:00Otro tren y otra tarde.Borja Lucena<div align="justify">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-9LiB6kqjSYE/UWvNUZCXDcI/AAAAAAAAAgU/0d9zDFd4T7w/s1600/estacion-soria.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://2.bp.blogspot.com/-9LiB6kqjSYE/UWvNUZCXDcI/AAAAAAAAAgU/0d9zDFd4T7w/s320/estacion-soria.jpg" height="318" width="320" /></a></div>
La tarde soleada acompaña con sosiego a los pocos viajeros que suben al tren. Soria se despereza en un breve preludio de la primavera que ha extinguido de las sombras el resto de las últimas nevadas. El sol cae ya desde mayor altura sobre el horizonte quebrado de los montes cercanos. A lo lejos refulge la masa blanca de la sierra, horadada por desgarros parduzcos que el calor ha ido agrandando a lo largo de los últimos días. El tren comienza lentamente su marcha, y ya deja atrás el andén minúsculo, y los álamos desnudos que escoltan al diminuto río Golmayo, y también el par de pequeños túneles desde los que, al volver a Soria durante las infinitas noches invernales, saludan por vez primera las luces de la ciudad. El tren, la estación, las cortas y fugaces calles, el paso intermitente de los vehículos, toda obra humana comunican su limitación y su pequeñez, su contingencia, su debilidad y carácter efímero. Pero sobre todo ello permanece la amplitud de la tarde, la potencia inextinguible de este sol de febrero y de las altas choperas interminables, de los roquedales inhóspitos y el ancho vuelo de las rapaces. Y toda la obra humana, producto de la voluntad de construir un mundo y de perdurar, palidece ante el eterno repetirse del reverdecer de los campos.</div>
Borja Lucena Góngorahttp://www.blogger.com/profile/12546210620228856506noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1604361170239102333.post-59708420772905532592011-02-14T13:26:00.000-08:002014-04-25T14:43:52.839-07:00Estela y la muerte.Eduardo Abril Acero<div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-Ef0xzVB8vdU/TVv9dN28MRI/AAAAAAAAAP4/o8izrqB_6K4/s1600/3560919.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://2.bp.blogspot.com/-Ef0xzVB8vdU/TVv9dN28MRI/AAAAAAAAAP4/o8izrqB_6K4/s200/3560919.jpg" height="171" width="200" /></a></div>
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Estela era una “niña bien” de una familia bien de Oviedo. Su padre era un médico con consulta privada por las tardes y hospital por las mañanas, y su madre dedicaba sus días a encontrar con qué no aburrirse cambiando cada seis meses de gimnasio y cada tres de profesor de piano, de tenis o de pilates. Entre la ocupación de su padre, salvando vidas unos días y corrigiendo curvas de la infelicidad algunas tardes, y su madre, buscando su lugar en el mundo, Estela creció sin demasiadas injerencias en sus actitudes.</div>
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Pronto descubrió que bastaba con no hacer ruido; y así ocurría la mayor parte de las veces, pues era tan extrovertida en el colegio como introvertida en casa, y tan disciplinada y correcta en las formas, como anárquica y obsesiva en los sentimientos. El problema era que de vez en cuando, con una frecuencia lo suficientemente escasa para que sus padres perdieran la memoria, Estela mezclaba su talento para la disciplina con una increíble capacidad para alterar todas las valoraciones. Empezó a ocurrir cuando ella contaba con nueve años y siempre durante largos periodos de insomnio de los que sus padres nunca supieron nada. La falta de sueño, mezclado con el cansancio y esa aparente impunidad de todo lo nocturno, la llevaron durante periodos más o menos largos, a crear un mundo aparte entre las cuatro paredes de su habitación.</div>
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En una ocasión, mientras preparaba la ropa que se pondría el día siguiente y que como cada día dejaba meticulosamente doblada encima del aparador con una bolsita de frutas de madera perfumada entre cada prenda y la siguiente, descubrió una babosa cruzando agónicamente el alfeizar de la ventana y con un espray insecticida la roció levemente mirando asombrada durante media hora la agonía del bicho. Le pareció algo tan fascinante, sus ojos saltones entrando y saliendo del gelatinoso soma de forma caótica y desordenada, al modo de dos enloquecidos ascensores, y su cuerpo retorciéndose a cámara lenta, que en los siguientes días ya sólo pudo pensar el momento en el que la vida abandona el cuerpo quedando este convertido en carne inerte.</div>
<div style="text-align: justify;">
Por la mañana vació una lata de crema hidratante, la limpió cuidadosamente de todo resto y se la metió en la mochila junto a los libros. Recorrió el camino de su casa al colegio escudriñando todos los rincones humedecidos por el rocío matutino, en busca de nuevas babosas, pero como no encontró ninguna, llenó la pequeña lata con muchos caracoles que pudo encontrar. Mas tarde, después de escuchar el tintineo que indicaba el comienzo de la alarma anti-ladrones, que su padre conectaba día tras día a última hora de la noche, justo antes de acostarse, sacó la caja de caracoles de la mochila los colocó separados unos de otros y, a medida que los caracoles asomaban sus viscosidades, les iba rociando el espray y contemplaba su agonía. Repitió la operación con cada uno de los pequeños animales y al terminar siguió sintiéndose ansiosa y desilusionada. Los caracoles, al contrario que las babosas, que no tenían donde ocultar el momento en que expiraban, se introducían en su concha padeciendo el dramático final en la intimidad, fuera de la mirada escudriñadora de Estela. Con un palillo intentó impedir el recogimiento del bicho, pero sin éxito. Incluso peló cuidadosamente uno de ellos, después de quebrar el sílice, pero tampoco resultó, puesto que el caracol asistía tan herido al momento de su muerte que a penas agonizaba ya cuando Estela lo empapaba en insecticida. </div>
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Esa noche la pasó delante de la pantalla de su ordenador buscando información acerca de los caracoles y preguntando en foros y chats cómo hacer salir de sus conchas a los viscosos bichitos. Aprendió que existen unos tipos obsesionados de los caracoles que se llaman malacólogos pero que estaban en las antípodas de sus pretensiones. Aquellos, pasan el día buscando los bichos, que guardan como tesoros conservándolos con vida en terrarios suntuosos. Todos muestran una veneración por esos animales y sólo se quedan con las conchas de los que han muerto. Estela en cambio deseaba encontrar el modo de hacerlos salir de sus viviendas para poder contemplarlos en su agonía. Por todo eso, los malacólogos eran sus antagonistas y nada pudo averiguar con ellos.</div>
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Le fue mejor buscando la información en páginas de cocina. Descubrió que algunos cocineros se habían hecho la misma pregunta con la pretensión de cocinar la carne de los caracoles sin la concha; los sumergían durante unos minutos en una solución de agua y un corticoide llamado ciclobetasol; los bichos se soltaban milagrosamente de la concha sin sufrir aparentemente ningún daño. En algunos foros había quien defendía el proceso y quien se alarmaba de que se utilizasen productos farmacéuticos de alto riesgo que podrían pasar a la cadena alimenticia. Pero nada de eso le resultaba relevante a Estela que después de tener en su poder la información ya sólo pudo pensar de qué forma conseguir el ciclobetasol.</div>
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Al día siguiente en el colegio, durante el primer recreo, abandonó por unos minutos la familiaridad del patio de primaria, y se armó de valor para buscar un estudiante del colegio que cursaba el cuarto curso de secundaria al que todos llamaban “Bicho”. No sabía mucho de él, pero entre los alumnos del colegio corrían todo tipo de leyendas acerca de sus atropellos. Decían que aquel tipo debía ser el menos recomendable y más peligroso de todos los estudiantes. Estela sabía, de forma casi instintiva, que si alguien podía conseguirle el ciclobetasol no era un chico normal, y tampoco podía pedírselo a su padre. Por la noche había valorado la posibilidad de robarle de la cartera una receta y falsificarla, pero la descartó inmediatamente dado que aún en posesión de la receta nunca le darían el medicamento en una farmacia a una niña tan pequeña. Así que la única opción era encontrar a alguien lo suficientemente arriesgado para intentar la transgresión, o lo bastante malo como para tener poco que perder. Pensó entonces en Bicho.</div>
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Sebastián, que así era como se llamaba, era hijo de un funcionario del consulado de México en Gijón. Apenas llevaba dos años en España pero ese había sido tiempo suficiente para crearse toda una reputación de individuo malencarado y de intenciones infames. Sin embargo, tres años antes, cualquiera podría haber juzgado al joven como un buen hijo lleno de promesas de bienaventuranza. Todo se truncó cuando su madre, quince años menor que su padre, prefirió la vida venturosa junto a un joven de su edad, recorriendo anárquicamente el continente, a la tranquila vida de sosiego al lado de un funcionario del estado. Su padre, para mitigar el dolor, quiso poner tierra de por medio y pidió destino en Europa. Sebastián se vio así, en un espacio de tiempo mínimo, privado de su madre, alejado de sus amigos y su entorno, y condenado a vivir con un padre incapaz de atender sus emociones desesperadas por estar él mismo ahogándose en su desesperación.</div>
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Estela se dirigió directamente a Sebastián, tocó levemente en su espalda y él se dio la vuelta.</div>
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-¿Tu eres bicho?</div>
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Él la miró de arriba abajo y contestó de forma escueta:</div>
<div style="text-align: justify;">
-Me llamo Sebastián, Bicho sólo me dicen mis amigos.</div>
<div style="text-align: justify;">
-Necesito que me ayudes...</div>
<div style="text-align: justify;">
-¿qué te ayude?, no te conozco de nada ¿por qué iba a ayudarte?</div>
<div style="text-align: justify;">
-Tu verás qué me pides a cambio, pero necesito tu ayuda...</div>
<div style="text-align: justify;">
-¿y qué es lo que quieres si se puede saber?- </div>
<div style="text-align: justify;">
Estela alargó la mano con un papel y Sebastián lo cogió, lo desdobló mirándolo unos segundos y contestó:</div>
<div style="text-align: justify;">
-¿Y esto qué coño es? ¿tu no me querrás meter en un lío?</div>
<div style="text-align: justify;">
-No es nada, una medicina que necesito</div>
<div style="text-align: justify;">
-¿una medicina?... mira niña, yo no soy el puto médico, si quieres una medicina, pues vete al hospital...</div>
<div style="text-align: justify;">
-Es que no me la van a dar, por eso te la pido a tí. ¿lo puedes hacer o no lo puedes hacer?</div>
<div style="text-align: justify;">
Sebastián se sintió retado y volvió a mirar el papel.</div>
<div style="text-align: justify;">
-¿y tú qué me darás?</div>
<div style="text-align: justify;">
-¿quieres dinero? -Sebastián miro a los lados, la agarró del brazo y echó a andar al tiempo que decía “ven”. La llevó a un rincón ciego detrás de los servicios, fuera del alcance de las miradas de los profesores que vigilaban el patio. Allí había un grupo de chicos fumando y a la voz de “largo”, disolvieron la concentración y despejaron el hueco, entonces empezó a hablar:</div>
<div style="text-align: justify;">
-¿dinero? ¿crees que necesito dinero pinche pijita? No necesito tu dinero, tengo todo lo que quiero...</div>
<div style="text-align: justify;">
-¿entonces qué quieres?</div>
<div style="text-align: justify;">
Sebastián miró a Estela de arriba a abajo y contestó:</div>
<div style="text-align: justify;">
-quiero que me enseñes las bragas</div>
<div style="text-align: justify;">
-¿Ahora?</div>
<div style="text-align: justify;">
-Si, ahora.</div>
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Estela sin inmutarse y sin mirar alrededor por si hubiera miradas indiscretas, se levantó la falda dejando al descubierto su ropa interior, unas bragas infantiles con un dibujo de flores y fresas. Sebastián las miró, y miró la cara de la niña, que en ningún momento había apartado la mirada de sus ojos y contestó:</div>
<div style="text-align: justify;">
-¡Vale!, ¡lo haré!, pero no te saldrá tan barato. Ven aquí mañana a la salida del colegio. ¿te vienen a buscar tus padres?</div>
<div style="text-align: justify;">
-no.</div>
<div style="text-align: justify;">
-Entonces ven aquí a esa hora.</div>
<div style="text-align: justify;">
Impaciente por que llegara el día siguiente, esa tarde Estela recogió todos los caracoles que pudo de vuelta a casa. Pasó también por una ferretería donde compró un saco de red; había leído la noche anterior, que para cocinar los caracoles, los guardan en el saco y los dejan colgados durante un par de días. Este proceso hace que el mismo caracol limpie su concha por dentro, vacíe su tubo digestivo y se deshaga de todas las excrecencias. Estela imaginó a los bichos, como los gladiadores encerrados en sus celdas, lavándose y untandose aceite para enfrentarse horas después al momento de su muerte y pensó que sería más adecuado que asistieran así a su holocausto, limpios.</div>
<div style="text-align: justify;">
Al día siguiente no pudo concentrarse en las clases en toda la mañana y durante la hora del patio, sentada con sus compañeras en un banco, no paró de mirar la puerta que comunicaba el patio de primaria con el patio de secundaria. En cuanto sonó el timbre de salida, recorrió el pasillo en sentido inverso luchando contra la corriente humana que se dirigía a la salida del colegio, y corrió hasta las puertas del aseo. En el hueco no había nadie, y dentro del aseo tampoco, así que se sentó a esperar y sosegarse.</div>
<div style="text-align: justify;">
Tuvo que aguardar durante más de diez minutos a que se presentase allí Sebastián. No se disculpó aunque saludó con un ánimo cercano:</div>
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-hola nenita...</div>
<div style="text-align: justify;">
-llegas tarde Bicho –dijo Estela saltando desde el pollo de la pared en el que se había subido.</div>
<div style="text-align: justify;">
-tranquila nena, que no me has pedido que te consiga un osito de peluche precisamente.</div>
<div style="text-align: justify;">
-¿lo tienes?- preguntó impaciente.</div>
<div style="text-align: justify;">
-Claro que lo tengo –dijo Sebastián al tiempo que sacaba una bolsa de papel. </div>
<div style="text-align: justify;">
Ella miró la bolsa y trató de alcanzarla con la mano, pero Sebastián hábilmente se la alejó donde ella no alcanzaba</div>
<div style="text-align: justify;">
- eh, no corras, que todavía no hemos hablado del precio.</div>
<div style="text-align: justify;">
Ella dio un paso atrás, se cruzó de brazos y le miró condescendientemente...</div>
<div style="text-align: justify;">
-a ver, qué quieres –Sebastián miró instintivamente a la puerta del baño, y ella siguió su mirada...</div>
<div style="text-align: justify;">
-pues... nomas quiero que me enseñes otra vez las braguitas, pero ahí dentro.-Estela sabía que no sería solamente eso, aunque no le pareció un precio demasiado alto. Decidió que si iba a tener sexo con el Bicho, mejor sería que tomase ella la iniciativa y marcase el ritmo del pago, así que le agarró de una mano y tiró de él, sin que opusiera mucha resistencia, hasta uno de los retretes. Allí le sentó encima del water, metió la mano dentro de su pantalón, le sacó la polla y le hizo una mamada. Actuó sin indecisiones, como si llevara haciéndolo toda la vida, algo que no era cierto. Cuando terminó, le arrancó sin esfuerzo la bolsa de papel que Sebastián sujetaba en su mano, y como quien no quiere la cosa, salió tranquilamente del colegio en dirección a su casa.</div>
<div style="text-align: justify;">
En su habitación, metió la bolsa con el ciclobetasol en el primer cajón de la cómoda, y se sentó a esperar que llegara la noche y el silencio. Una vez más, tras escuchar cómo su padre conectaba la alarma, empezó a preparar con frialdad y meticulosidad la ejecución de los caracoles. Primero accionó el espray dentro de un bote de cristal hasta que se vació, para disponer del veneno en dosis líquidas. Después, llenó una palangana de agua disolviendo las pastillas de ciclobetasol machacadas y convertidas en un fino polvo blanco. Tras esto, descolgó el saco de red con los caracoles que había enganchado en la alcachofa de la ducha, y sin sacarlos de su encierro los sumergió en el medicamento. De forma casi milagrosa los cuerpos de los caracoles empezaron a desprenderse de las conchas y sumergirse en la palangana. Estela, con cuidado pero apresuradamente, los fue sacando del agua según se iban desprendiendo y los colocaba en el alfeizar de la ventana. Cuando los tuvo todos alineados, pero rompiendo la fila lentamente con sus movimientos pausados, comenzó a aplicarles el veneno en dosis mínimas con una cucharilla. Pero no tardó mucho en comprobar la ineficacia del sistema y sentirse terriblemente decepcionada. Las babosas, tal vez por efecto del corticoide, no mostraban el mismo ánimo agónico para morir que había presentado el bicho dos noches antes. Se morían sí, pero únicamente se recogían sobre sí mismos, sin retorcimientos angustiosos, convirtiéndose en pequeñas bolas de carne viscosa y endurecida.</div>
<div style="text-align: justify;">
Estela pensó abandonar e irse a la cama, pero una ansiedad incontrolable le impulsaba a continuar con aquella locura macabra. Volvió a gastar la noche buscando información en la red a través de su ordenador. Pensaba averiguar dónde encontrar babosas aunque la navegación digital terminó llevándole por diferentes rutas. Comprobó que no debía ser fácil conseguir aquellos bichos, al menos para ella. Su actividad era básicamente nocturna y nunca se exponían a la luz del día. Vivían en pozos y alcantarillas en la ciudad, y en humedales y campos de cultivo fuera de ella. Estela pensó que no le sería fácil encontrar un pozo y tampoco estaba dispuesta a meterse en las alcantarillas. Valoró volver a requerir los servicios de su amigo Sebastián, pero estaba segura que el encargo atraería su atención y no quería que todo aquello saliera de las paredes de su habitación. Por casualidad, investigando sobre los distintos tipos de veneno, dio con una página dónde pudo ver varios vídeos de la muerte de ratones; ratones siendo ingeridos por serpientes, ratones despedazados en peceras por pirañas, ratones aniquilados por gatos, y en uno de ellos, una rata envenenada. La calidad era pésima, pero Estela pudo reconocer en aquellos movimientos epilépticos el estertor de la muerte.</div>
<div style="text-align: justify;">
Por la mañana, sin haber dormido y con los ojos enrojecidos, en lugar de ir al colegio tomó la dirección contraria, camino de la tienda de animales. Durante el desayuno le había pedido a su padre un poco de dinero para comprar un libro que les había recomendado la profesora de literatura y éste, sin hacer más preguntas que el título de la obra, sacó de la cartera cincuenta euros y le dio a Estela el billete. En la tienda pidió diez ratones de los blancos, del box que podía verse en el escaparate de la calle y el dependiente asombrado le explicó que esos ratones no eran mascotas:</div>
<div style="text-align: justify;">
-los ratones blancos los vendemos como alimento para las serpientes, y no creo que tu serpiente pueda comerse diez ratones de golpe, con dos o tres al mes debes tener más que de sobra.</div>
<div style="text-align: justify;">
-Es para un trabajo del colegio -contestó ella de forma concisa.</div>
<div style="text-align: justify;">
-¿un trabajo del colegio? ¿Qué clase de trabajos hacéis en tu colegio? -preguntó el dependiente mientras trataba de averiguar de qué colegio estaba hablando, mirándole el escudo bordado en su polo blanco.</div>
<div style="text-align: justify;">
-¿Me los va a vender o no?, hay otra tienda de animales en el centro comercial y no me gustaría tener que ir hasta allí -el dependiente la miró torciendo el gesto, y alargó la mano para coger una caja pequeña de cartón sin montar que tenía apilada junto a otras tantas en un estante tras el mostrador. Después se acercó al terrario donde estaban los ratones y metió diez de ellos sin reparar demasiado en los pequeños animales- Aquí tienes, son treinta euros. -Estela los pagó y se metió la caja en la mochila. Al salir se fijó en unos pequeños conejos blancos moteados que se aburrían dentro del terrario. Volvió a entrar en la tienda y sin cerrar la puerta le preguntó al dependiente </div>
<div style="text-align: justify;">
– ¿Los conejos con lunares cuánto valen?. </div>
<div style="text-align: justify;">
El dependiente volvió a poner cara de asombro y le preguntó con cierta ironía:</div>
<div style="text-align: justify;">
-¿también los quieres para un trabajo del colegio? De esos sólo nos quedan cuatro y por ser tú te los dejo a quince euros cada uno -Estela metió la mano en el bolsillo de su falda y sacó todo el dinero que llevaba, tenía suficiente para comprar uno, pero aún quería conseguir veneno, así que desistió. Antes de salir volvió a preguntar:</div>
<div style="text-align: justify;">
-¿Por casualidad no venderéis también veneno?</div>
<div style="text-align: justify;">
El dependiente continuando con su asombro contestó:</div>
<div style="text-align: justify;">
-Qué clase de veneno.</div>
<div style="text-align: justify;">
-Veneno para ratas, veneno para ratones.</div>
<div style="text-align: justify;">
-¿Quieres en serio veneno para ratones?</div>
<div style="text-align: justify;">
-Si.</div>
<div style="text-align: justify;">
-Pues de eso no tenemos. Somos una tienda de animales y aquí lo que nos interesa es mantenerlos con vida, no matarlos.</div>
<div style="text-align: justify;">
-¿y sabes dónde puedo conseguir?</div>
<div style="text-align: justify;">
El empleado continuaba perplejo</div>
<div style="text-align: justify;">
-Pero niña, ¿es que eres una especie de monstruo o algo así? -ella levantaba las cejas indicando que estaba esperando una contestación, y el tipo aflojaba la cara y contestaba resignado:</div>
<div style="text-align: justify;">
-Prueba en el ultramarinos, está un poco más arriba de la calle, allí tienen de todo.</div>
<div style="text-align: justify;">
Compró una caja de matarratas, uno que le recomendaron en el ultramarinos por ser extremadamente eficaz, y regresó a casa tras gastar el resto del tiempo del colegio sentada en un banco del parque de su barrio. Otra vez, al caer la noche, comenzó de nuevo la siniestra rutina. Había cogido un pedazo de queso de la nevera y con un cuter lo partía en tacos diminutos. Después ponía dentro pequeñas cantidades de veneno con la mano haciendo una leve presión sobre el queso; se había puesto unos guantes quirúrgicos que cogió del despacho de su padre después de leer en la etiqueta de la caja que no debía manipularse el veneno directamente con la piel. Cuando hubo acabado se dirigió a la caja de los ratones, la abrió y valoró la posibilidad de ir administrándoles el veneno de uno en uno, pero como no lo había previsto y no tenía ningún recipiente donde el resto pudieran aguardar el momento de su ejecución, decidió hacerlo en grupo. Casi sin pensarlo Estela vació por completo el tazón donde había ido guardando los pedazos de queso envenenado y en cuanto los animales recibieron el alimento comenzaron a comer apresuradamente. Y no tardaron mucho los ratones en dar pruebas evidentes del envenenamiento; Estela contempló casi sin parpadear como los pequeños bichos empezaban a convulsionar, se estiraban y se retorcían, movían alguno de los miembros espasmódicamente y lentamente iban expirando. Al final, cuando la calma empezaba a ocupar el lugar que unos minutos antes era incesante agonía, sólo quedaban los movimientos sosegados de la cola de un ratón, serpenteando despacio, y acaso una pata que rasgaba sin fuerza el cartón de la caja.</div>
<div style="text-align: justify;">
Durante los siguientes días faltó varias veces del colegio para ir a buscar nuevas víctimas a la tienda de animales. No iba siempre a la misma, pues no quería levantar sospechas, y repartía sus compras entre la que había en el barrio y dos más a las que tenía que ir en taxi o en autobús. Los ratones fueron, a partir de entonces, sus víctimas principales, pero también probó las artes exterminatorias con conejos, hamsters, pájaros y peces. Los más difíciles de manipular eran sin duda los pájaros ya que se los entregaban en unas pequeñas cajas de cartón en las que era difícil contemplar la agonía del animal después de administrarles el veneno. En una ocasión un canario se le escapó de la caja y empezó a revolotear por la habitación despertando a Remedios, la interna. Ella se acercó al cuarto de Estela y la encontró subida a la cama intentando alcanzar al pájaro infructuosamente con un cazamariposas de juguete. La interna asustada le preguntó qué hacía y Estela sólo supo decir que se había colado un pájaro en la habitación. Remedios miró con suspicacia a la ventana que permanecía cerrada y se acercó a ella para abrirla, por donde el pájaro inmediatamente salió volando mientras Estela gritaba “¡no!”</div>
<div style="text-align: justify;">
Sin embargo el experimento no duró eternamente, y Estela no pudo mantener el holocausto durante mucho tiempo. Una de las mañanas en las que se ausentaba del colegio para ir a comprar animales, tras haber conseguido las víctimas que por la noche mostrarían a la niña su dosis diaria de agonía, se sentó en un parque a esperar que pasara el tiempo suficiente para no levantar sospechas al volver a casa. Pero tuvo la mala suerte que a esa misma hora Remedios volvía apresurádamente a casa con un salmón recién comprado en la pescadería del barrio, atravesando el parque para ahorrarse unos minutos. Cuando cruzaron las miradas, la niña se sintió inmediatamente cazada, y sabiendo que en aquel momento se acababa definitivamente su holocausto animal, apretó la caja de los pequeños prisioneros contra su pecho, aumentando la perplejidad de la mujer. Y cuando estela abrió la caja, tras el requerimiento de Remedios, una docena de ratones huyeron despavoridos en todas direcciones, como si presintieran cuál habría sido su destino.</div>
<div style="text-align: justify;">
Ya en casa, Remedios llamó al colegio averiguando que la niña había faltado más de diez veces en el último mes, y después de registrar la habitación, y encontrar todo tipo de productos químicos y venenos, así como una caja llena de cadáveres de los que Estela aún no se había deshecho, pues su actividad exterminadora sobrepasaba con creces su habilidad para deshacerse de las pruebas, se apresuró a llamar a los padres para que se presentasen en la casa con urgencia.</div>
<div style="text-align: justify;">
El padre desmanteló la pequeña factoría de muerte que Estela había ido construyendo clandestinamente por las noches, echando en el contenedor de la basura cualquier producto o artilugio que pudiera haber tenido relación con aquella macabra afición, deshaciéndose incluso de muchas cosas de la niña que nada habían tenido que ver con los hechos y de los que su padre no se fiaba, como era el caso de una preciosa enciclopedia de anatomía animal que adornaba la estantería de su habitación, desde que su abuela se la regaló cuando tenía siete años. La madre, por su lado, buscó entre sus amigas del club las referencias de un buen psicoanalista para que averiguase en qué momento de su abandonada infancia, Estela había desarrollado aquella crueldad infinita y se la extirpase.</div>
<div style="text-align: justify;">
Los padres, perplejos, no se atrevieron a mirar a su hija a los ojos durante semanas, y sólo una vez, habiendo transcurrido ya más de dos meses desde que se destapó la trama, su padre acertó a preguntarle por qué lo había hecho. Pero la niña, consciente de que continuaban horrorizados, quiso tranquilizarlos señalando que sólo estaba aburrida.</div>
Eduardo Abril Acerohttp://www.blogger.com/profile/18427976698499800054noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1604361170239102333.post-49495620313855493502010-12-15T03:57:00.000-08:002014-04-25T14:44:29.391-07:00Morente. Borja Lucena<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div style="text-align: justify;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-wExF-smDq1Y/U1rU5KyUYnI/AAAAAAAAAr8/oB0d6BKjm7k/s1600/morente.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://4.bp.blogspot.com/-wExF-smDq1Y/U1rU5KyUYnI/AAAAAAAAAr8/oB0d6BKjm7k/s1600/morente.jpg" height="200" width="200" /></a></div>
Acompañado de orquesta sinfónica, o de coro de voces búlgaras, o de rock furioso y distorsionado; con la guitarra de Manolo Sanlúcar o Tomatito o el Niño Ricardo o Pat Metheny; cantando a Leonard Cohen, a Lorca, o los cantes de Antonio Chacón; a todo, tan desordenado y sin sentido aparente, Morente ofreció esa unidad que no se sabe siquiera qué es, ése <i>duende </i>que no se comprende, pero que suena. </div>
<div style="text-align: justify;">
Hace veinte días cantó en Barcelona su " La aurora de Nueva York", del disco "Omega", algo que suena así como bulería por soleá y siempre me ha puesto los pelos de punta. </div>
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Borja Lucena Góngorahttp://www.blogger.com/profile/12546210620228856506noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1604361170239102333.post-32974370587349432472010-12-13T12:26:00.000-08:002014-04-25T14:49:10.420-07:00Nombres repetidos. Eduardo Abril Acero<a href="http://2.bp.blogspot.com/-9LBr8eCRink/U1rYB--65VI/AAAAAAAAAsQ/61tiI1nD6-M/s1600/jonas.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://2.bp.blogspot.com/-9LBr8eCRink/U1rYB--65VI/AAAAAAAAAsQ/61tiI1nD6-M/s1600/jonas.jpg" height="200" width="198" /></a>
Esa mañana de viernes, Jonás, después de la habitual matiné de sexo, se quedó tumbado mirando la lámpara de papel de estilo oriental colgada del techo. Cuando salió María del baño con una toalla enrollada en la cabeza y otra alrededor del cuerpo, dijo:
<br />
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–Lo peor de todo es ver cómo hemos dejado de hablarnos. Hablar era para nosotros una cuestión de instinto, una forma de ser. Hablábamos durante horas, ¿te acuerdas? Cualquier excusa era válida para dar comienzo a una buena conversación. Charlábamos como quien pinta un cuadro. No era una cuestión de discutir por ver quién estaba equivocado, sino que nos comportábamos como artistas que inventaban palabras de forma que fuera el léxico empleado el que crease el sentimiento, y no al revés. Nuestras conversaciones, incluso la forma de discutir, tenían esa sutilidad del tallado. Tú siempre sabías qué responderme y cómo responderme. Y al mismo tiempo acompañabas a tu boca con gestos serenos y sensuales. Movías las manos pequeñas, te mordías el labio, mirabas las alturas como queriendo recuperar alguna de las palabras aladas pronunciadas un instante antes. </div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Jonás hizo un silencio ilustrado con una larga respiración y siguió hablando:</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
– Todo eso se acabó, María. Ahora hablamos con habilidad mecánica. Yo llego del trabajo, y tú sales corriendo al tuyo. En el cruce nos miramos de reojo, nos emplazamos para la noche, y nos prometemos impostadamente un rato juntos. Pero lo cierto es que hace ya tiempo que no disponemos de esos momentos. Tú vuelas por el mundo de los objetivos y los balances trimestrales, y yo aún sigo buscando un mundo por el que volar. </div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
A María le cambió la cara con las últimas palabras de Jonás. Se quitó la toalla quedándose completamente desnuda y la dejó cuidadosamente encima de la cama sin dejar de mirarle fijamente mientras él seguía con la mirada perdida en el techo infinito.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–¿Me estás dejando Jonás?– dijo con voz firme pero rompiéndose en las últimas dos sílabas, “Jo–nás”. </div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
En ese momento, Jonás perdió la concentración de su discurso y la miró por primera vez, mientras ella contenía sus emociones.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–No te dejo María, ya nos hemos dejado ambos hace tiempo. Podemos hacer como que no, y esta noche mirar una película sin mirarnos a nosotros y después follar como hace un rato, mirando de reojo el reloj de la cómoda. Yo no quiero eso María y tu tampoco lo quieres... </div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
María cogió unos pendientes del aparador y se los puso mirándose al espejo, pero traspasando con la mirada a su propio reflejo. Luego se puso el Lotus que Jonás le había regalado unos años antes y, aún desnuda, se dirigió nuevamente a la cama.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
–Pero yo pensaba que así es como tenía que ser. No ha pasado nada entre nosotros, no hemos dejado de querernos. Simplemente, todo se ha ido relajando hasta llegar a esto, a esta monotonía. Y supongo que eso es lo que le tiene que pasar a todo el mundo, también a ti y a mí, por mucho que hayamos tenido años brillantes Jonás. Yo no lo quiero, pero tampoco quiero perderte.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
Jonás levantó la cabeza, respiró profundamente, acarició el hueco vacío de la cama donde faltaba el cuerpo de María y continuó hablando:</div>
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–Seguramente tengas razón, pero yo no quiero que eso nos pase a nosotros, no quiero despertarme un día y odiarte por estar tumbada a mi lado, por no ser quién eras cuando pasábamos las tardes borrachos de vino, de felicidad y de literatura. Ahora te quiero, pero no sé si te querré siempre.<br />
–¿Y por eso me dejas? ¿Porque crees que ahora me quieres pero que tal vez me dejarás de querer? ¿No es esa una forma terrible de ser un cobarde, Jonás? Ni siquiera me das la oportunidad de luchar contra estas circunstancias. No hay otra mujer con la que competir, más joven y más guapa. Tampoco hay nada en mí que te disguste y que pueda prometerte cambiar. Me dejas por algo que ni siquiera ha sucedido. Juzgas esto, tú y yo, no por el presente, ni tampoco por el pasado. Lo juzgas por el futuro, un futuro presentido simplemente.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–No, María, no es eso. Lo he pensado mucho, tanto que llevo meses sin dejar de darle. Si hay algo que me importe en mi vida eres tú, tú y yo, estos años juntos, nuestras conversaciones, ese viaje a las islas griegas, todos los polvos que hemos echado, tu risa llegando a cada uno de los rincones de esta casa. Si tuviera que hacer un balance de mi vida, si tuviera que enumerar la lista de mis éxitos, la columna sólo contendría tu nombre y no habría nada más. Nunca he escrito nada realmente valioso, digas lo que digas. No tengo un gran trabajo, ni siquiera puedo asegurar que el par de amigos que tengo lo sean incondicionalmente. No he hecho nada de lo que sentirse orgulloso salvo el haberte conocido, haberte conquistado y saber que mis pasos suenan al mismo ritmo que los tuyos... </div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
La cara de María se llenó de dulzura y perplejidad, se sentó a su lado y acarició su brazo.<br />
–Entonces Jonás, ¿por qué quieres dejarme?</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–Quiero dejarte... –Jonás hizo una pausa para tomar aliento y a María se le escapó una lágrima por cada ojo– quiero dejarte porque si seguimos así tu nombre terminará estando escrito en la columna de los fracasos, pero sobre todo quiero dejarte para darnos una nueva oportunidad, para dejar que sea el destino quien juegue sus cartas ahora, no permitir que esto se muera poco a poco hasta que ya no haya nada que salvar.</div>
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–¿Por qué me hablas ahora del destino?</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–Quiero proponerte un juego María.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–¿Un juego? ¿Me ves con ganas de jugar Jonás? ¿Crees que ésta es la cara de alguien que quiere jugar? ¿Crees que mi vida es un juego? –dijo María con voz amarga y derramando, ahora sí, lágrimas de forma continua.</div>
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–María, estos años, los mejores, fueron buenos porque jugamos, porque hicimos todo cuanto se nos ocurrió, porque fuimos creativos y no nos importó nada de lo que los demás pudieran pensar, ni tus padres ni los míos, ni siquiera nuestros amigos, y sabes que hemos perdido a muchos de ellos que nos tacharon de frívolos e irresponsables. Todo fue tan emocionante porque éramos nosotros los que decidíamos las reglas de cómo estar en el mundo, de cómo mirarnos, de cómo querernos. Pero cuando dejamos de jugar, cuando dejamos de ser frívolos e inconscientes, cuando empezó a importarnos el futuro, todo comenzó a venirse abajo. ¿Te acuerdas de Andrea y Andrés?– ella sonrió– ¿Quiénes sino nosotros habrían tensado tanto las reglas como para atreverse a aquello?<br />
–Pero ellos ahora no nos hablan... –contestó María.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–¡Normal! Pero si no hubiera sido por nosotros no se habrían encontrado nunca.<br />
–Aquello fue una locura, Jonás.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–Un juego emocionante, María.</div>
<div align="center" style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: center;">
<br />
* * *</div>
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<br />
La historia de Andrés y Andrea ocurrió tiempo atrás, durante los “años salvajes de la literatura”, que es como Jonás y Filene llamaban a la época en la que compartían piso en el Barrio de La Latina, y María era una visita habitual. Una tarde de sábado, tomando cervezas en la Plaza de la Paja, Jonás María y Filene hablaban sobre la infidelidad. Filene les acusaba de ser una pareja tan convencional como cualquier otra, aunque fingidamente posmoderna. Les decía, con su tono de superioridad -una tensión que le imprimía a la voz forzándola de forma que parecía extrañamente natural y segura-, que ellos, como cualquier otra pareja, se relacionaban según reglas mercantiles de propiedad. “Cuando empezamos una relación –decía– todos firmamos un contrato mercantil por el que la intimidad, la sensualidad y el erotismo pasan a ser propiedad exclusiva del contrayente contrario. Y cuando nos vemos desprovistos de nuestra propiedad, bien porque alguien disfrutó de ella a nuestras espaldas, o porque unilateralmente nuestra pareja rompió el contrato poniendo de nuevo en el mercado sus virtudes, nos sentimos estafados, perjudicados en nuestros bienes. Tratamos el amor como una cosa más, uno de nuestros electrodomésticos y vosotros no sois diferentes en esto”. Pero Jonás y María lo negaban una y otra vez. “Nosotros –decía María mirando cómplice a Jonás– no nos tratamos así, cada uno es cada uno, lo que no impide que de cuando en cuando haya un poco de confusión a la hora de distinguir un cuerpo de otro. Entonces Filene les propuso un juego: “Sed infieles pues, –decía– compartid vuestros cuerpos con otros y veamos hasta qué punto estáis dispuestos a ignorar los convencionalismos”. Jonás se quedó unos minutos en silencio, como hacía siempre que una idea comenzaba a tomar forma en su cabeza.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–¿Qué piensas Jonás?–le preguntaba María.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–Igual la idea de File no es tan mala, tal vez...</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–¿Quieres que nos liemos con otras personas? –le interrumpía María perpleja.<br />
–Eso no tiene demasiada emoción. Buscar a alguien con quien echar un polvo es algo que podemos hacer en cualquier momento, incluso sin que File venga a llamarnos convencionales. Igual ya ha ocurrido. Tú, María, podrías haberme puesto los cuernos con alguno de tus compañeros de la tienda. Follar en los probadores de Zara es algo que todos hemos deseado hacer alguna vez, también supongo que los dependientes...–decía Jonás justo antes de beber un gran trago de su cerveza.<br />
–La mitad de ellos son homosexuales, Jonás –volvía a interrumpirle María.<br />
–Estoy pensando en otra cosa. Un juego –Jonás hacía una pausa que le imprimía a la situación cierta tensión liviana–. Podríamos buscar a alguien cada uno de nosotros, alguien que consigamos que se interese por ti y por mí. Podemos incluso acostarnos con ellos, pero el objetivo no debe ser ése, el objetivo debe ser que, después de interesarse por nosotros, consigamos que sea con la pareja del otro con quien quieran estar...</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
María captó de inmediato lo que Jonás estaba proponiendo y sonrió.</div>
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–Eres malo Jonás, eres malo –dijo mientras acariciaba uno de sus brazos y le miraba con esa mirada pérfida.<br />
–Y ya puestos, –intervenía Filene en la conversación– ¿por qué no buscáis a dos que compartan el mismo nombre? –Jonás levantaba la cabeza y abría los ojos como platos– Sí, dos nombres iguales, Pepe y Pepa, Julio y Julia, Carlos y Carlota...</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
María y Jonás se miraron y se echaron a reir.</div>
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–¡Es fantástico! –exclamó Jonás–, dos tipos con el nombre repetido se conocerán gracias a nosotros, y cambiarán de pareja ambos en la misma noche.</div>
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–En una cena –apuntaba entusiasmada María–, les invitamos a cenar y que se vuelvan locos el uno por el otro.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
A las pocas semanas, tanto María como Jonás habían encontrado los candidatos perfectos. Andrea, una alumna de primer curso a la que no le resultó difícil interesarse por uno de los becarios de la facultad en cuanto le habló de literatura árabe contemporánea, mientras le invitaba a capuchino en uno de los cafés decimonónicos de Ópera. Y Andrés, el amigo de una compañera del trabajo de María, un tipo suave y de modales refinados que desde la primera cita la miraba con cierta vergüenza impúdica. María sabía cómo hacer que los hombres se volvieran locos de amor, mezclaba un poco de rojo de labios con un aspecto inocente de no haber roto un plato en su vida y un arsenal de comentarios curvilíneos y equívocos, repletos de dobles sentidos, haciendo que el tipo que tenía frente a sí se llenase de deseos cruzados que aparecían y desaparecían a la velocidad de la luz.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Durante semanas, Jonás y María se contaban sus progresos en la conquista de sus amantes consentidos. No hablaban de si habían tenido sexo con ellos o no, pero tampoco se lo preguntaban el uno al otro. Se enfrentaban al asunto de manera jovial y alegre, profundizando tranquilamente en los entresijos de la relación. Tenían la sensación de estar jugando a un juego emocionante lleno de posibilidades. Además, trataban de hacer coincidir el desarrollo de la conquista y pactaban cuándo había llegado el momento de la primera discusión de enamorados, cuándo debían conocer a los amigos de sus falsos amantes, o cuándo y cómo era el mejor modo de hacerles un regalo.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Después de casi un mes de citas, María y Jonás empezaron a pensar en provocar cuanto antes el desenlace. La primera idea había sido una cita conjunta de las dos parejas, pero a Jonás le pareció que la sospecha de que él y María tuvieran una relación estrecha podría estropearlo todo, así que buscaron la complicidad de Filene. Fingieron un encuentro casual de File con cada una de las parejas por separado, en la que simularían que se encontraban dos antiguos amigos que hacía tiempo no se veían. Filene insistiría en invitarles a cenar ese mismo viernes con la excusa de que venía a su casa otra pareja que les iba a encantar. Por supuesto, tanto María como Jonás aceptarían la invitación, y apuntarían la dirección de la casa de La Latina donde sería el convite.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Ambos, junto a File, se tomaron de modo quasicientífico la preparación de la cena; todas las viandas habían sido cuidadosamente cocinadas de acuerdo a lo que sabían de los gustos de los comensales, y el anfitrión pactado iría sacando ordenadamente temas de conversación en los que Jonás y María pensaban que tanto Andrés como Andrea, se sentirían cómodos y disfrutarían de la conversación.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Y así ocurrió, la velada fue extrañamente agradable para todos, aún cuando estaba escrita como una obra de teatro que llevaban ensayando cerca de una semana. En cada momento, File, María y Jonás, sabían quién se levantaría a buscar más vino, quién comentaría un libro dejado cuidadosamente encima de la cómoda, quién se interesaría por un cartel de la Guerra Civil medio descolgado de una de las paredes de ese piso mezcla de Ikea y rastro dominguero. Los tres comprobaron cómo Andrés se interesaba cada vez más por Andrea, quien no dejaba de cruzar sutilmente miradas en dirección suya. Incluso, en un momento de la noche, Filene con la habilidad de un equilibrista acabó derramando unas gotas del caramelo del tocino de cielo que traía como postre, encima de la camisa de Andrés y la falda de Andrea. Con la misma pericia logró que los dos acabasen, a solas, limpiándose el uno al otro en el pequeño cuarto de baño que estaba al final del corredor, en la otra esquina del piso. Cuando regresaron, lo hicieron sonriéndose el uno al otro e intercalando miradas tímidas con sus supuestas parejas.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Y cuando todo estaba dispuesto, y sólo quedaba el último acto, Jonás y María se levantaron a la vez, de forma violenta, y se fueron apresuradamente a la cocina, dejando a media conversación uno de los discursos de Filene, quien fingió confusión. Andrés y Andrea se miraron y, ante el asombro de File, también enmascararon sus caras de perplejidad, más aún cuando empezaron a escuchar ruido de platos rompiéndose en la cocina. Entonces se incorporaron todos y se acercaron a la puerta sin dar crédito a lo que estaba sucediendo. Jonás había despejado la mesa de cacharros esparciéndolos en trozos por el suelo, había subido a María encima, y sujetándola por el culo la besaba apasionadamente. Enseguida Andrés, tres segundos después de empezar a comprender lo que estaba ocurriendo allí, se avalanzó sobre los amantes infieles y agarró a Jonás por el cuello, apartándolo de entre las piernas de María, y empujándole violentamente contra la nevera. File, que había calculado la escena hasta en estos imprevistos, le sujetó fuertemente apartándolo de Jonás y facilitando su huida. María, con precipitación, cuando aún se resentía del agarrón del cuello, le cogió de la mano y los dos salieron corriendo dejando tras de sí únicamente el golpe seco de la puerta de entrada.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Durante unos minutos Andrea y Andrés se miraron como si no comprendieran nada. File, junto con Jonás y María, había planeado que, en este punto de la representación, lo más importante era no dejar que su perplejidad se convirtiera en un acto de liberación de la rabia, pues el enfado no permitiría catalizar los sentimientos que esperaban hacer surgir en la nueva pareja. Había, en cambio, que relajar la velada intentando que ellos vieran algo positivo en lo sucedido, aún cuando no comprendiesen ni una palabra. Pero, esta vez, File no supo controlar los tiempos, y Andrés se le adelantó comenzando a soltar exabruptos contra Jonás:</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–¡Menudo hijo de puta este novio tuyo! Si ya notaba yo que el cabrón se traía un jueguecito extraño con María...</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Pero Andrea, contraviniento todas las espectativas, salió en defensa de Jonás acallando la intervención conciliadora de Filene:</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–¿Pero qué dices? –contestaba ofendida–, ¿tú has visto a la lagarta de tu novia, tío? ¡Pero si no lo ha dejado tranquilo en toda la noche! No debes darle mucha caña a la niña, porque ya venía calentita de casa, tío...</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Comenzó así una escalada de reproches que escapaba por completo del control de Filene, quien intentaba inútilmente intervenir en la discusión. Cuando daba ya por perdido el juego, Filene agarró el móvil y marcó en número de Jonás. Entonces Andrés y Andrea escucharon con claridad en un vacío mínimo entre un grito y otro: "Jonás, la cosa no ha funcionado, así que subiros". A Andrés se le pusieron los ojos como platos, acercándose a File sin pestañear:</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–¿Has hablado con ese cabrón? ¿Cómo que no ha funcionado? ¿No ha funcionado el qué? </div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Andrea, muda, detrás de Andrés, ahora en el mismo equipo, miraba fíjamente a Filene esperando una contestación. Éste, inspirando profundamente y adoptando un gesto de resignación mientras dejaba escapar todo el aire de sus pulmones, se limitó a sentarse tranquilamente en el sitio que había ocupado durante la cena e, invitándoles a ocupar sus sillas con un gesto de la mano, comentó:<br />
–Eso, chicos, mejor que os lo expliquen Jonás y María, que están a punto de llegar.<br />
A los pocos minutos, mientras Andrés y Andrea miraban impacientes a File, se oyó el ruido de las llaves girar la cerradura vieja de la puerta del piso, y enseguida se presentaron ambos en el comedor. Andrés miraba con odio a Jonás, mientras que Andrea le dedicaba una mirada triste y decepcionada. Antes de que éste empezara a reprocharle el rapto, Jonás comenzó a hablar mientras María permanecía detrás de él con un gesto entre lo cómico y la vergüenza. Durante media hora Jonás contó con todo tipo de detalles todo lo que había ocurrido en la vida de Andrés y Andrea. Les explicó cuál era la verdadera relación existente entre él y María, cómo y cuando pensaron en montar ese juego, por qué les habían elegido a ellos, de qué forma se había desarrollado toda la trama y cuál debía haber sido el desenlace final de los acontecimientos. Cada uno de ellos tenía que convencerse de que aquella cena fallida y aquella relación fallida no había sido sino el comienzo de algo mucho mejor de lo que se terminaba. Ambos reconocerían que Andrés para Andrea y Andrea para Andrés, eran la mejor de las opciones si se trataba de elegir pareja.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Jonás añadía ciertas disculpas, que no llegaban a serlo del todo, señalando que ahora que se había roto el misterio, lo que lamentaba es que ninguno de los dos fuera a darle una oportunidad al otro, al que en adelante concebirían como parte de un juego macabro. Añadía, en un último intento desesperado de llevar todo aquello a buen puerto, que si fueran capaces de ignorar lo que había ocurrido los últimos cuarenta minutos de la noche, y se concentrasen en sí mismos , se darían cuenta de que el juego no había estado tan mal, y serían capaces de mirarse el uno al otro e distinta forma. Andrea, después de las palabras de Jonás, y a punto de derramar lágrimas contenidas durante minutos, agarró su abrigo y el bolso, y salió apresuradamente de la casa sin decir ni una palabra. Andrés, por su parte, hizo lo mismo unos segundos después, pero añadiendo a su retirada un “estáis locos tíos, completamente locos”.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
María, File y Jonás, se sentaron entonces alrededor de la mesa y terminaron la media botella de vino que aguardaba paciente durante la discusión. Al principio había entre ellos cierta aprensión a frivolizar sobre el asunto, tal y como lo habían hecho durante casi un mes, pero, a medida que relajaban las lenguas, volvieron a ese tono distendido, en el que eran capaces de hablar de Andrés y Andrea como los personajes de un guión cinematográfico en desarrollo. No coincidían en cuál había sido el error, en qué momento de la noche se habían equivocado. La velada terminó con el reconocimiento del fracaso, asegurando Jonás que, al fin y al cabo, “las personas son del todo impredecibles. Si el mismísimo Dios”, aseguraba, “se equivocó con Adán y Eva, entonces cómo vamos a acertar nosotros con Andrés y Andrea”.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Sin embargo, el final de aquella historia se prolongó hasta tres semanas después, cuando, una mañana de domingo, tras una noche de fiesta, Filene apareció muerto de la risa en el piso, ocupado por María y Jonás a punto de desayunar. “No os vais a creer con quién me encontré esta noche en Malasaña. Yo estaba con Vicente, ¿te acuerdas de él?, y, de pronto, me veo entrar a vuestros novios, Andrés y Andrea, cogidos de la mano. Ellos no me vieron, claro, pero yo sí, así que me los quedé mirando. Los tíos se pidieron unas cervezas, se sentaron en una de las mesas del fondo, estábamos en el San Mateo, y se tiraron como media hora haciéndose arrumacos el uno al otro. Yo, claro, no pude no morirme de la risa”. Jonás y María se miraron y se echaron a reír. “Al final –decía Jonás–, las cosas no fueron tan mal ¿verdad?”.</div>
<div align="center" style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: center; text-indent: 35.4pt;">
<br />
* * *</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
María, todavía desnuda, se levantó, abrió uno de los cajones de la cómoda y sacó unas bragas negras tirándolas sobre la cama. Después, del cajón superior sacó un sujetador, también negro, que se puso de inmediato. Del armario descolgó un vestido gris, el mismo con el que aparecía en una foto que adornaba la habitación desde la única estantería, y también lo arrojó a los pies de Jonás, que seguía tumbado mirándola. Entonces volvió a acercarse, y mientras se ponía las bragas, continuaba hablando rompiendo el incómodo silencio de los últimos tres minutos.<br />
–Me estás dejando. Me dices que me quieres, que soy lo más importante en tu vida, pero aún así me estás dejando y quieres convertir todo esto en un juego, supongo que el último juego. Pues bien, tendrás que contarme en qué consiste ese último juego en el que ahora somos nosotros las piezas. Jonás se incorporó y buscó en la mesilla de noche sus gafas de pasta, luego se puso una bata marrón con rayas naranjas que había sido el primer regalo de reyes que María le había hecho hacía ahora casi cinco años.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–Yo quiero volver a vivir una vida emocionante y me gustaría, más que nada en el mundo, que fuera contigo, María. Y por más vueltas que le doy sólo se me ocurre que volvamos a empezar, pero de verdad.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–¿Volver a empezar? ¿Cómo podemos volver a empezar ahora? ¡No vamos a borrar de repente estos siete últimos años!</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–No, no podemos hacerlo, salvo que nos olvidemos uno del otro.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–¿Olvidarnos? ¿Cómo vamos a olvidar todo lo que nos ha pasado? ¿Cómo pretendes olvidarme, Jonás, si me quieres?</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–No sé si podré María, pero creo que deberíamos intentarlo, darnos una última oportunidad antes de que sean el tiempo y la monotonía los que acaben con nosotros.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
A María se le abrieron los ojos tanto como su gesto se tensó.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–Lo que me estás diciendo es que nos dejemos de ver ¿verdad?¿Quieres que nos dejemos de ver? ¿Ese es el juego tan emocionante que me propones? Jonás, eso no está a la altura de ti mismo. Ese juego de “démonos un tiempo” lo practican todas las parejas que no se tiran las sartenes mutuamente.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–Bueno, en realidad no es eso. Es verdad que quiero que dejemos de vernos, porque es la única forma de que nos olvidemos lo suficiente como para darnos la oportunidad de volver a empezar en algún momento del futuro. Pero el juego no es ese. El juego consiste en no romper, en seguir conservando esto que tenemos. No nos dejemos. Simplemente, comencemos a vivir cada uno por su cuenta a ver qué nos depara el destino por separado. Y si en algún momento del futuro, sea dentro de un año o de veinte, ocurra lo que ocurra y estemos haciendo lo que sea, nos volvemos a encontrar, dejémoslo todo y empecemos de nuevo. Quiero decir, no es necesario que abandonemos la vida que llevemos y nos marchemos a vivir de la pesca durmiendo en la playa en alguna isla del Pacífico. Se tratará, más bien, de anteponernos a nosotros mismos frente a cualquier cosa, un trabajo, otra pareja, una familia...</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–Pero Jonás, esto es Madrid. Nos veremos antes de que hayamos empezado casi a echarnos de menos. Yo trabajo en Moncloa y tú vas todos los días a la Universidad. Pasas por delante de mi oficina. Y si no es ahí, nos encontraremos en cualquiera de los bares a los que vamos los dos, o coincidiremos con amigos. No tiene sentido lo que dices. Aunque dejemos de vivir juntos, no dejaremos de vernos más allá de dos o tres meses.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Jonás negó con la cabeza e instintivamente miró a un montón de papeles entre los que asomaba una carta matasellada y con el sobre desgarrado. También María miró en dirección a la carta. Jonás se acercó a los papeles y alineó sus bordes haciendo que la carta desapareciese de entre los demás documentos. Luego hizo una pausa antes de continuar hablando, poniendo las manos encima del montón de papeles:</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–Eso no ocurrirá.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
Ella cerró los ojos como si hubiera comprendido una verdad indecible de pronto, como se comprende la solución de un acertijo que se ha perseguido durante días y, finalmente, se descubre que todo era más fácil de lo que uno había sospechado, estando siempre la respuesta delante de la punta de la nariz.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–Ya has dicho que sí, ¿verdad? –dijo María con la voz entrecortada intentando contener una tristeza que le sobrevino de pronto. Jonás asintió con la cabeza y se acercó a ella para abrazarla, pero María se retiró gesticulando para que se apartara– Pides mucho Jonás. Va a ser difícil prescindir de ti. Puede que me cueste meses o años rehacerme de tu ausencia. Puede que tengas razón cuando dices que todo esto se nos muere poco a poco, pero, aún así, entre tanta decadencia tú sigues estando a mi lado y sigues iluminando mi vida. Me da igual que la luz ya no sea tan brillante, ya no nos riamos juntos tanto, ya no hablemos como lo hacíamos antes, pero puedo vivir en penumbra porque al menos sé por dónde voy. No puedo concebir cómo será vivir durante un tiempo en plena oscuridad, sin ti, y no me apetece comprobarlo. Tú me pides que recorra ese desierto y que, cuando salga y rehaga mi vida, sea capaz de ignorarlo por irme detrás tuyo de nuevo.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–Eso mismo es lo que te pido, María. Yo me iré de Madrid y lo más probable es que nunca volvamos a vernos. Pero si hay una sola oportunidad de que tú y yo acabemos juntos quiero que sea así, de forma brillante, jugándosela al destino. ¿Lo Imaginas María? Tal vez pasen diez años, quince, pero en el mismo momento en que nos veamos toda nuestra vida cambiará de repente. Los dos sabremos que hemos ganado, que el universo entero se ha doblegado a nuestra voluntad, a nuestros deseos. Nos daremos un gran beso y nos iremos corriendo a donde sea, a desnudarnos y follar como locos. Será tan emocionante que sólo por ese momento valdría la pena vivir cualquier vida, por terrible que sea.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–¿Y si no nos encontramos?</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–Si eso no ocurre, María, al menos tendremos una oportunidad por separado. Después de que nos dejemos de ver, aunque nos echemos de menos, tendremos una vida abierta frente a nosotros y podemos esperar cualquier cosa de ella. Si permanecemos juntos, moriremos lentamente.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
María terminó de ponerse el vestido, se calzó y tras un escueto “adios Jonás, me voy a trabajar”, cerró la puerta de la habitación tras de sí, y unos pasos después la de la calle.<br />
Jonás, entonces, recuperó la carta que unos minutos antes había escondido entre un montón de papeles desordenados y volvió a leerla. Comprobó de nuevo cómo desde el Departamento de Estudios Paleolingüísticos del Museo Arqueológico de El Cairo aceptaban su solicitud de trabajo y le instaban a que se incorporase a su puesto lo antes posible.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Por la noche, al regresar a casa después de un día intenso, primero en la universidad y más tarde tras la comida, en la Embajada Egipcia, Jonás no encontró a María en casa. Las cosas estaban tal y como las habían dejado por la mañana: las tazas manchadas de café en el fregadero, la cama deshecha, el cajón donde guardaban la ropa interior abierto... Preparó algo de cena para los dos y al comprobar que ella no llegaría a tiempo, cenó solo. Más tarde intentó llamarla al teléfono móvil pero estaba desconectado, y al abrir su correo electrónico por última vez en el día, descubrió un mensaje de María. Era un mensaje escueto:</div>
<div align="center" style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: center; text-indent: 35.4pt;">
<br />
<br />
“Acepto el juego Jonás. Nos veremos en algún momento del futuro.</div>
<div align="center" style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: center;">
Cuídate amor mío.</div>
<div align="center" style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: center;">
María”.<br />
<br />
* * *</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Hoy era el cumpleaños de Jonás, pero nadie en el museo lo sabía. Desde hacía exactamente diecisiete años no organizaba ninguna fiesta para celebrar este día. Al principio, en El Cairo, todo lo más que había hecho es tomarse un té con uno de los becarios con los que compartía despacho, Hakim. Pero cuando terminó su beca se marchó del museo y Jonás le perdió la pista. Tras eso, no había mantenido relaciones de amistad con nadie en la ciudad, limitándose a las estrictamente necesarias dentro de su trabajo, en el que se había volcado tanto que llevaba ya dos años como Jefe del Departamento. En el museo, Jonás tenía fama de hombre esquivo, apático y con cierta pátina de tristeza.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Esa mañana acudió al despacho del museo y después de comprobar que el correo electrónico seguía igual que como lo había dejado la noche anterior, se dirigió al taller, donde unos becarios trataban de recomponer una tablilla que suponían era de una Biblia del siglo segundo que Jonás estaba tratando de identificar y traducir. Les preguntó por los nuevos avances y, mientras contestaban, se entretuvo mirando desde la ventana cómo entraban en tromba cientos de turistas por la puerta de entrada. En esos primeros días de agosto el museo se convertía en un parque temático, lleno de aprendices de arqueólogo buscando pistas en el casi medio centenar de momias expuestas en las vitrinas. Pero, esa mañana, algo llamó su atención de entre la multitud que subía la escalinata de la entrada principal.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Jonás salió corriendo dejando a uno de los becarios con la palabra en la boca y atravesando en poco más de tres minutos todo el Imperio Antiguo, el Imperio Nuevo, dejando atrás el tesoro de Tutankamón y todas las estatuas de los reyes, llegando finalmente al enorme hall de entrada. Allí comenzó a mirar impacientemente por todas las esquinas, se adentró unos metros en la sala que daba comienzo al Imperio Medio y volvió sobre sus pasos unos metros en dirección contraria, hacia el Salón de los Reyes. Pero no encontró nada. Un poco después, cuando estaba a punto de abandonar la búsqueda una voz por encima de las demás llamó su atención.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–¡María! ¡María!</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Se giró y vio cómo un hombre con el pelo medio canoso gritaba desde arriba de la escalinata de acceso al piso superior, dirigiendo su voz hacia la entrada. Jonás volvió su vista instintivamente hacia allí y vio a María, vuelta de espaldas, con su pelo largo, sus piernas largas y una sombra larga adentrándose en el museo y tapándole la luz a todos los demás, atrayendo sobre sí todos los brillos. No pudo evitar la emoción y se apresuró a acercarse. Cuando estaba a su espalda se detuvo en seco y la contempló durante unos segundos. Su pelo era más oscuro, pero seguía conservando ese cuerpo delgado de caderas anchas y esos hombros delicados. Entonces la llamó...</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–¡María! </div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Ella se dio la vuelta y Jonás pudo ver unos ojos grandes, una boca pequeña y dulce pintada de rojo y una mirada llena de inteligencia y reserva. Su cara era la de una adolescente que acababa de abandonar la infancia, llena de propósitos del mundo adulto. Pero su cuerpo y sus gestos hablaban de una cabeza repleta de engranajes funcionando y una piel suave y deseante. Sin embargo, la sonrisa emocionada de Jonás se volvió plana cuando María se giró, perdiendo de pronto su nombre. Ni esos ojos grandes y brillantes, ni esa boca pequeña y prometedora eran los de María, que ahora se había convertido en una aparición cuyo contorno se llenaba de claridad al estar situada allí, junto a Jonás, a contraluz delante de la puerta que daba paso al brillante sol de agosto.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–¿Nos conocemos? –preguntó ella sonriendo con calidez.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–Buscaba a María– contestó Jonás, todavía tratando de diluir su emoción en unos pocos segundos, ralentizando el latido de su corazón.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–¡Entonces me has encontrado! Yo soy María –dijo ella con una sonrisa amplia y unos ojos llenos de claridad. </div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Jonás arqueó las cejas, inspiró una gran bocanada de aire y puesto que sus latidos habían insistido en persistir a un ritmo constante e intenso, decidió aprovechar su emoción, ahora fijada en esa boca roja y esos nuevos ojos.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–¿Así que tú eres María? –preguntó Jonás, entrecerrando la mirada como si se estuviera acercando a un gran misterio. Ella contestó afirmativamente con la cabeza al tiempo que pronunciaba un imperceptible “ahá” y recorría disimuladamente con la mirada el cuerpo de Jonás, tratando de hacerse una idea de quién o qué era aquel extraño tipo.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–¿Me vas a explicar por qué me buscabas, o vas a quedarte ahí mirándome embobado?– dijo sin perder una sonrisa mezcla de ternura y perspicacia. </div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Jonás valoró terminar aquella conversación diciéndole simplemente que se había equivocado. Pero, tal vez por el latido imparable de su corazón, o por tantos años de soledad que deseaba dejar atrás, o por aquella silueta incandescente que le decía “ven”, decidió seguir adelante con el juego.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–Verás, María, tú no lo sabes, o no lo recuerdas, pero tú y yo empezamos un juego en otra vida y ahora he venido a que lo cumplas porque, y eso tampoco lo sabes, hemos ganado.<br />
–¿Y qué hemos ganado? –preguntó ella intrigada.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–Yo te he ganado a ti y tú me has ganado a mí.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
Al escuchar lo que Jonás decía, María sonrió. Y cuando él la agarró suavemente por el brazo, un escalofrío recorrió todo su cuerpo.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–Y ahora, ¿qué debemos hacer, entonces?... –dijo, dejando su pregunta colgada en el aire como si le faltara una palabra desconocida.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–Me llamo Jonás, soy el Jefe del Departamento de Estudios Paleolingüísticos del museo, aunque eso ahora importa poco. Lo que te voy a contar tal vez te parecerá raro, pero yo estoy decidido a jugar este juego hasta el final y quiero que me acompañes– ella arqueó las cejas–. Hace muchos años, María y yo hicimos un trato. Rompimos una relación en la que nos ahogábamos y nos prometimos que si alguna vez volvíamos a encontrarnos, pasara el tiempo que pasara, lo dejaríamos todo y volveríamos a empezar. Hoy te he encontrado a ti, María, y creo que el destino me debe un final feliz, así que lo que tenemos que hacer es precisamente eso, dejarlo todo y volver a empezar tú y yo juntos –ella volvió a sonreír y Jonás vio como todos los engranajes de su cabeza funcionaban a un ritmo enloquecido imaginando sin cesar miles de futuros presentidos.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;">
–Yo, como ya sabes, me llamo María. Terminé la carrera de medicina el año pasado y hace un par de meses aprobé, con una nota que no me creo ni yo, el examen de acceso a la especialidad. He venido a Egipto para celebrarlo con mis padres –María señaló al tipo de pelo canoso que permanecía de pie arriba de la escalinata–, para hacerles un regalo por haberme dado una vida tan feliz –sonrió–, así que no te puedo prometer nada, porque lo más seguro es que la semana que viene, como está planeado, vuelva a España y en otoño empiece a trabajar en el Hospital Universitario de Valencia. Pero, si quieres, esta tarde mis padres irán a ver el templo de Ramsés II y a mí la verdad es que no me apetece gran cosa. Podemos ir a tomar un café, un té o a hacer lo que sea que hagan estos egipcios para divertirse y pasar la tarde.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Esa tarde fueron a tomar café y Jonás le contó todo respecto de María. Y María, la nueva María, deseó durante un rato no ser ella, sino aquella otra con el nombre repetido, por la que Jonás había apostado el futuro y a la cual había suplantado durante los breves segundos en los que estuvo equivocado. Imaginó que no era esa chica un poco insegura, un poco frágil, un poco divertida y un poco de casi cualquier cosa, sino aquella otra mujer excesiva de la que Jonás le hablaba, y con la que parecía compartir únicamente el nombre y una boca pequeña pintada de rojo. Pero al llegar al final del relato, cuando entre sorbo y sorbo de té Jonás le contaba cómo la vio allí, de pie, en la entrada del museo, con un vestido gris, sujetando un bolso con las dos manos, y el pelo largo, infinito y despeinado, a María se le abrieron aún más sus ojos grandes, y se dio cuenta de hasta qué punto ella tenía que ser el final de esa historia.</div>
<div style="margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Esa noche cenaron juntos, y a la mañana siguiente se levantaron a la vez para desayunar. Y lo mismo fue ocurriendo durante toda la semana. Jonás no volvió a pisar el suelo mil veces pateado del museo, y María dejó que sus padres recorrieran solos el Egipto de los faraones. Nunca llegaron a hacer planes y, sin embargo, cuando llegó el día en que María debía regresar a España, en el Avión a Valencia viajaba también Jonás.</div>
Eduardo Abril Acerohttp://www.blogger.com/profile/18427976698499800054noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1604361170239102333.post-64719047169970041742010-11-29T12:54:00.000-08:002014-04-25T14:52:57.435-07:00Nuevo Comienzo.Eduardo Abril Acero<div style="text-align: justify;">
<a href="http://1.bp.blogspot.com/-xTAE51eGqdQ/U1rZHXYFg_I/AAAAAAAAAsY/FAtRLTDlvqk/s1600/comienzo.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://1.bp.blogspot.com/-xTAE51eGqdQ/U1rZHXYFg_I/AAAAAAAAAsY/FAtRLTDlvqk/s1600/comienzo.jpg" height="319" width="320" /></a>
<span lang="ES">Al terminar de brindar, entre jaleo<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>y risas, llegó la hora en que todos se marchan. No tenía arrestos para dilatar el final con apretones de manos, abrazos y miradas de reproche desde el fondo de la sala, así que sin dar cuenta de mi huída, me<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>puse mi chaqueta, todavía mojada, y cuando todos aún festejaban salí fuera esperando que no me echaran de menos pero que tampoco me olvidaran fácilmente. </span>
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span lang="ES">No pude cerrar la puerta tras de mi porque la sujetó la mano de Betina que, con su traje de chaqueta y su pelo recogido a un lado de la cara, me agarró del brazo y se coló en el hueco de mi escapada. "¿Te marchas?¿no ibas a llevarme a casa?", me preguntó mirándome con esos ojos siempre tan llenos de melancolía y firmeza. Yo no supe qué decirle porque no esperaba tener que decirle nada,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>pero ella rellenó mi incómodo silencio con un "¿te veré al volver de vacaciones?". "¡Claro!" exclamé, "sabes donde encontrarme, no tienes más que cambiar de edificio para venir a tomar café conmigo". Su gesto se relajó y me sonrió con esa sonrisa llana que valía tanto para la alegría como para la tristeza. Se inclinó sobre mí acercándose y me dio un beso en la cara, sólo uno; luego me soltó el brazo y con un "entonces me vuelvo a la fiesta File, llámame algún día y tomamos algo antes de reyes", entró de nuevo en la casa saliendo de mi vida. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span lang="ES">Años después ella me reprocharía que nunca volví y que<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>ni siquiera le dí oportunidad para despedirse. Si lo hubiera hecho tal vez habría corrido a buscarme, o habría gritado desde la otra punta de la sala ¡Filene!, o me habría dado más que un beso en la mejilla. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span lang="ES">Cuando la conocí era todo una señorita, una declaración de malas intenciones corregidas por el vicio de la ingenuidad y la virtud del humor más negro y mordaz. Yo paseaba todas las mañanas exhalando vaho y contando las baldosas que se extendían como una alfombra desde la puerta principal a la otra puerta principal, la de mi coche. Y ella, exhalando virtud, me miraba desde el otro<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>lado de la barrera, donde a penas llegan los resoplidos de los toros, pero sí el mal y el buen olor de las faenas. Me miraba y sonreía, y volvía a mirar, volvía<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>a sonreír y rehacía una y mil veces la sutil relación que mantiene la distancia en pasos, saltos, vuelos o años luz, desde el lugar que yo ocupaba hasta el de sus miradas, el aire que rellena ese hueco infinito y mínimo, el cielo cubriéndonos como una enorme esfera opaca, la tierra vestida de adoquines mojados y contables, el olor a humedad y a hormigas voladoras, la luz del sol tenue de otoño reflejándose contra el cristal tras de sí, el caminar de los hombres cruzándose entre sus ojos y yo... Y así un día y otro día... y otro día más.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span lang="ES">“Buenos días Beti”, le decía yo con un entusiasmo que estaba pidiendo a gritos la justicia cósmica, y ella me respondía con su sonrisa de medio lado, “si usted lo dice”, y volvía a sonreír. Luego cogía una carpeta de plástico la ponía encima de la mesa y moviendo papeles de un lado a otro comenzaba a hablar vacilante. A un palmo, nunca me miraba, como mucho mantenía un instante el parpadeo, como si temiera que fuera a encontrar algo demasiado indecible allí, un secreto mucho tiempo y con mucho celo guardado, en el fondo oscuro de sus cajas negras. Pero de lejos, cuando se sentía a salvo, cuando la distancia era la suficiente para que no pudiera leer, igual que un miope se atasca con las últimas líneas del texto de la óptica, en el que las primeras letras son grandes y aburridas, pero las últimas, que son pequeñas e ilegibles, esconden poesías maravillosas y secretos inefables, me miraba sujetando la luz de sus ojos a un hilo sutil pero irrompible que atravesaba el espacio con seguridad hasta impactar violentamente contra mis retinas que vibraban con el golpe. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span lang="ES">A veces me parecía que eran dos personas distintas, una la de mis pensamientos y otra la que cada mañana contestaba con una dulzura austera mis preguntas. Una la que se sentaba frente a mi mesa, sin dejar de teclear en su ordenador mientras yo hacía que me entregaba a un trabajo profundo e imprescindible pero dedicaba mis miradas a recorrer el movimiento de sus piernas interminables debajo de la mesa y otra, la que en la hora del café me miraba en la distancia firme y decidida, alterando mi tono elevado y orgulloso.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span lang="ES">Yo iba viviendo mientras el tiempo transcurría a la velocidad de la luz en mi vida y se detenía entre aquellas paredes hexagonales como si se tratase de un reloj que funcionando con normalidad siempre da la misma hora. Ella simplemente siempre estaba ahí, con sus ojos ausentes mirándome, mientras yo movía todas las demás piezas de mi tablero de ajedrez. Sin embargo un día terminé mi trabajo y debía marcharme. Lo sabía yo y a penas dos o tres personas más en la empresa; pensé despedirme de algunos, agradecer el buen trato de casi todos o ironizar con desdén la envidia y el desprecio de los ningunos, pero simplemente seguí trabajando con cierta emoción tranquila, esperando el fin de año y mi despedida silenciosa. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span lang="ES">El último día, antes de que la mitad de la plantilla acumulase suficiente alcohol y alegría como para convertir la navidad en algo merecible de elogio, Bety se acercó y me preguntó si podría llevarla a casa después de que Don Ramón, el director,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>leyera su tradicional discurso de Navidad, repetido según decían, porque para mí era el primero, del discurso del año anterior. Le dije que sí, que no había ningún problema. Pero mientras el viejo arrastraba palabras de un lado a otro de la oficina, exhortándonos a involucrarnos con una empresa común y <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>demás sandeces, yo no pude dejar de mirarla, con sus ojos brillantes, su boca seria y prometedora, y sus piernas cruzadas tan irresistiblemente que tuve que mirar varias veces alrededor mío para comprobar que sólo yo miraba, que no se acumulaban en aquellas piernas y aquellos ojos profundos todas las miradas del universo. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span lang="ES">En aquel momento el vértigo, el deber, el miedo, la simple y llana nada o todos ellos a la vez, hicieron que me deslizara silenciosamente fuera de la fiesta dispuesto a no volver nunca más a ver aquellas caras embriagadas de alegría, a no volver a ver a Betina. <a href="https://www.blogger.com/null" name="__DdeLink__0_1487624050"></a><a href="https://www.blogger.com/null" name="__DdeLink__2_1487624050"><span style="mso-bookmark: __DdeLink__0_1487624050;">No sabía cómo despedirme de ella, porque tampoco sabía de qué debía despedirme; por eso quise escaparme de su interrogación. </span></a></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="mso-bookmark: __DdeLink__2_1487624050;"><span style="mso-bookmark: __DdeLink__0_1487624050;"><span lang="ES">Pues ¿cómo se despide al que no se terminó de saludar? ¿Cómo decirle que la iba a echar de menos cuando nunca estuvo presente en mi vida de una forma sustantiva? Ella estaba allí todo el rato, de forma constante, ocupando cada uno de mis pensamientos, pero no como algo asible, tangible, deseable, sino como una pura nada, un hecho negativo, un no ser, un hueco vacío en la columna del “haber” y otro hueco vacío en la del “debe”. Cómo añorar el lugar al que nunca fuiste, al no querer ciclotímico, a la planta que no creció dentro del semillero porque nunca se plantó.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-bookmark: __DdeLink__2_1487624050;"><span style="mso-bookmark: __DdeLink__0_1487624050;"><span lang="ES"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Y lo cierto es que allí solo, paseando desde Moret a Debod a lo largo de la rivera de un río oscuro que es el parque del Oeste pasada la media noche, bajo un cielo estrellado que carecía de estrellas y una ley moral insertada de una puñalada en mis entrañas que sólo me instaba<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>caminar sin rumbo, pisando nieve sucia, exhalando vaho, sin las gafas puestas para que las luces de Madrid convirtieran mi paseo en un caleidoscopio de luces borrosas y movimientos imprecisos, echaba de menos ya lo que en adelante no iba a tener y en el pasado tampoco tuve. </span></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="mso-bookmark: __DdeLink__2_1487624050;"><span style="mso-bookmark: __DdeLink__0_1487624050;"><span lang="ES">Despedir a Beti fue como rellenar con ausencia desbordante una ausencia milagrosa, como pasar de una habitación donde no hay nada a otra donde encuentras exactamente lo mismo, pero sin una puerta que las separe y sabiéndote de pronto en un lugar nuevo y desconocido pero exactamente igual a tu anterior vivienda. Como buscar un documento que no existe ni como un papel tachado o arrugado en una papelera, sino como el que nunca fue escrito y aún así se<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>traspapeló. </span></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="mso-bookmark: __DdeLink__2_1487624050;"><span style="mso-bookmark: __DdeLink__0_1487624050;"><span lang="ES"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>“Echar de menos a Betina” era una frase afirmada a la que le faltaba una negación pero en la que no sabía en qué lugar colocar ese “no”. “No echar de menos a Beti”, “echar no de menos a Beti”, “echar de menos a no Beti”, “echar de menos a Beti no”.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Ninguno de los “noes” era capaz de significar ese desfondamiento en el que me veía cayendo, esa pura nada que eran mis sentimientos, esa intencionalidad hueca y vacía, sin intención. Ni siquiera sabía cómo añorar a esa mujer nunca soñada, a la que pensaba que no volvería a ver jamás, respecto de la que me faltaban las palabras y estaban perdidos mis sentidos. </span></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="mso-bookmark: __DdeLink__2_1487624050;"><span style="mso-bookmark: __DdeLink__0_1487624050;"><span lang="ES">Desee vaciar mi mente y pensar de manera sustantiva la pura nada; pensé que sólo así acertaría a enunciar mi emoción cóncava. Pero cuanto más pensaba, más se llenaba mi pensamiento de negaciones que no acertaban a </span></span></span><span lang="ES">ponerle palabras a una realidad que sólo era en la forma de la ausencia, de un aire leve que es menos que aire. Así que simplemente caminé, primero hasta <st1:personname productid="la Plaza" st="on">la Plaza</st1:personname> de España, después a <st1:personname productid="la Plaza" st="on">la Plaza</st1:personname> de Oriente, <st1:personname productid="la Glorieta" st="on">la Glorieta</st1:personname> de Embajadores y finalmente me senté en un banco delante de la antigua estación de Atocha, mirando como los coches se movían desordenadamente como luciérnagas enloquecidas sobre el fondo oscuro del asfalto. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span lang="ES">Al día siguiente mi vida volvió a comenzar de cero, pero un cero que no era ni podía ser el cero absoluto. Era más bien un conjunto vacío repleto de ausencias. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES"><o:p> </o:p></span></div>
Eduardo Abril Acerohttp://www.blogger.com/profile/18427976698499800054noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1604361170239102333.post-86212586513730294042010-11-03T23:53:00.000-07:002015-11-18T14:00:52.679-08:00Cuatro Greguerías. Borja Lucena<div align="justify">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-JxEpkuarqrk/U1tYr0ExJsI/AAAAAAAAAvo/w7VUblN2TFA/s1600/soria.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="200" src="http://2.bp.blogspot.com/-JxEpkuarqrk/U1tYr0ExJsI/AAAAAAAAAvo/w7VUblN2TFA/s1600/soria.jpg" width="200" /></a></div>
Ayer hizo una tarde magnífica. Los chopos
amarillentos de los campos de Soria parecían altas hogueras ardiendo en
los campos vacíos del otoño. Durante un larguísimo rato, mientras el sol
declinaba ya sobre las sierras azules, me estuvieron zumbando en los
oídos unas greguerías de Gómez de la Serna que había leído por la
mañana. Aquí os las dejo, tal y como mi vacilante memoria las ha
conservado. Me parecen pequeñas miniaturas de un pensamiento preciso y,
a veces, deslumbrante.</div>
<div align="justify">
<i>Los cuernos de los toros buscan un torero desde el principio del mundo</i></div>
<div align="justify">
</div>
<div align="justify">
<i>Cuando la flor pierde un pétalo... ¡Está perdida toda!</i></div>
<div align="justify">
</div>
<div align="justify">
<i>Lo malo de la ambición es que no sabe lo que quiere</i></div>
<div align="justify">
</div>
<div align="justify">
<i>El arroyo trae al valle las murmuraciones de las montañas</i></div>
Eduardo Abrilhttp://www.blogger.com/profile/02969468729195969594noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1604361170239102333.post-19738458708446333572010-05-25T00:14:00.001-07:002014-04-26T06:24:22.682-07:00Evasión en miniatura. Borja Lucena<div align="justify">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-aWSzcSiDjDQ/U1raDn0IafI/AAAAAAAAAsg/BXtdVfackvI/s1600/Madrid-Calle+de+Alcal%C3%A1+I.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://2.bp.blogspot.com/-aWSzcSiDjDQ/U1raDn0IafI/AAAAAAAAAsg/BXtdVfackvI/s1600/Madrid-Calle+de+Alcal%C3%A1+I.jpg" height="199" width="200" /></a></div>
El tráfico incesante. Las aceras se estiraban como un hilo de agua y de gente en torno al tráfico incesante. La tarde calurosa empezaba a declinar y a poblarse de sombras. Las terrazas crepitaban bajo el murmullo de conversaciones indescifrables. Un autobús azul abrió sus puertas y varios pasajeros se vieron perdidos en algún punto de la calle de Alcalá. La vida desordenada y confusa -la vida sin más- se envolvía en el ruido y la soberbia de las calles interminables y los edificios. En medio de todo, alguien levantó la vista al cielo lejano y lo descubrió atravesado por decenas de golondrinas.</div>
Borja Lucena Góngorahttp://www.blogger.com/profile/12546210620228856506noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1604361170239102333.post-14340565844223957542010-03-24T04:35:00.000-07:002014-04-25T15:02:40.304-07:00Examen.Borja Lucena<div align="justify">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-kRlYvOAMOIQ/U1rbao6AUtI/AAAAAAAAAss/K3YwwkZiyG4/s1600/examen.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://4.bp.blogspot.com/-kRlYvOAMOIQ/U1rbao6AUtI/AAAAAAAAAss/K3YwwkZiyG4/s1600/examen.jpg" height="200" width="200" /></a></div>
El sol volvió a iluminar la habitación, que se vio anegada por una luz intensa y efímera. Las ventanas, que enmarcaban la pequeña porción de mundo que era dado contemplar desde la clase -los montes todavía nevados, las casas del pueblo inmóviles y sombrías- se encendían y apagaban a tenor del recorrido fortuito de pesadas masas oscuras que ocultaban intermitentemente el sol. Era marzo y nada aún había brotado en los campos macilentos.</div>
<div align="justify">
El examen apenas había comenzado y el profesor tuvo que enviar a una de las dos alumnas a repetir las fotocopias.</div>
<div align="justify">
-No nos va a quedar tiempo-, susurró la otra.</div>
<div align="justify">
Después de dictar las preguntas con tono de voz rutinario, el profesor calló. El silencio estalló nada más perderse el eco de la última pregunta- como una flor que se abre súbitamente- y la clase se mantuvo en una calma desacostumbrada mientras las dos alumnas escribían compulsivamente sobre la madera sorda de los pupitres. Un coche del color de la aurora o el anochecer giró en lo alto de la calle y la recorrió sin apenas hacer ruido.</div>
<div align="justify">
El profesor encontró ante sí nada más que tiempo, tiempo desnudo y sin contenido en el que no habría de escenificar su repetida representación ante público alguno, y abrió el periódico con despreocupación. Lo cerró al poco rato y giró la cabeza hacia los plátanos desnudos que velaban el cielo gris tras los cristales.</div>
<div align="justify">
"Afuera también pasa el tiempo y la luz, y las cosas cambian demasiado lentamente"-, pensó.</div>
<div align="justify">
Una de las alumnas estiró nerviosamente el brazo, y ante una señal leve del profesor preguntó si era importante el nombre completo de un autor.</div>
<div align="justify">
-Es que no m´acuerdo-, dijo. </div>
<div align="justify">
El profesor le contestó que intentara recordarlo, pero que, ante todo, no perdiera los nervios. </div>
<div align="justify">
"Se toman demasiado en serio los exámenes"-, pensó. </div>
<div align="justify">
Volvió a abrir el periódico, pero enseguida lo cerró pensando que ahí también se tomaban demasiado en serio muchas cosas sin importancia. Miró las paredes que reververaban como golpeadas por un aire blanco, y permaneció así hasta que una mano misteriosa oscureció y aquietó la clase. </div>
<div align="justify">
El profesor se levantó y comenzó a caminar, rodeó lentamente a las alumnas y encendió la luz.</div>
<div align="justify">
"Se toman todo demasiado en serio"-, pensó, y envidió por un instante la seriedad de su entrega al engaño. </div>
<div align="justify">
</div>
Borja Lucena Góngorahttp://www.blogger.com/profile/12546210620228856506noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1604361170239102333.post-72026570635553269732010-03-01T12:02:00.000-08:002014-04-25T15:09:10.058-07:00Estaciones Porteñas del Trío Feacia.Borja Lucena<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://3.bp.blogspot.com/-Ud7Gjp2oEU0/U1rcjHXpoQI/AAAAAAAAAs0/kCWtLnOKn7M/s1600/musica.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://3.bp.blogspot.com/-Ud7Gjp2oEU0/U1rcjHXpoQI/AAAAAAAAAs0/kCWtLnOKn7M/s1600/musica.jpg" height="200" width="200" /></a></div>
<span style="font-size: large;">Aquí os dejo, ahora que todo parece indicar que el invierno no pretende irse nunca, las (maravillosas) Primavera e Invierno Porteños de Astor Piazzola. La grabación no es tan magnífica como el modelo, como ya avisó Platón.</span><br />
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<br />
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<a href="http://www.youtube.com/watch?v=61a6hfx57yM"><object height="344" width="425"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/61a6hfx57yM&hl=es_ES&fs=1&"></param>
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<br />
<object height="344" width="425"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/0jsW5Llq8RQ&hl=es_ES&fs=1&"></param>
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<div align="justify">Un sábado cualquiera, a las nueve de la mañana, el día aún no se ha deshecho de la oscuridad y la penumbra, que son la inercia de la noche. Llegan las diez y la lucha comienza, levemente, a decantarse en favor de una luz dudosa, pero las sombras no dejan de descolgarse del vientre de las nubes. Es enero. </div><br />
<div align="justify">Llueve sobre Soria cuando el tren inicia su trayecto rutinario. Enseguida la ciudad queda atrás, y sólo hay ya tierra anegada y álamos espectrales que se cuelan entre la niebla homogénea. Unas cornejas chapotean entre los sembrados desdibujados por el agua rojiza. La lluvia y el barro las están poniendo perdidas, y piensan que el sol es únicamente un sueño de las cosas. </div><br />
<div align="justify">Dejamos atrás los pinos del amanecer en Almazán, los montes deshabitados, las aspas que rompen el horizonte por imperativo ideológico, los poblachos míseros entre Soria y Guadalajara; el tren se detiene en Torralba y algunos viajeros entran sin apenas hacer ruido, como si fuera sagrado el silencio que reina en el vagón.</div><br />
<br />
<br />
<br />
<div align="justify">El viaje, como sabe de sobra este tren que lo repite a diario, no tiene más sentido que cualquiera de las cosas que retornan siempre al lugar de donde partieron. No tiene sentido si no es porque, al terminar, encontremos algo nuevo en los bolsillos del alma. El tiempo, de continuo, se escurre, pero, ya que no tesoros, deja muescas y signos confusos que evocan que algo valioso se presenta en su transcurso. Quizás hoy esas huellas sean tan modestas como la lluvia de la mañana o la fugaz visión de los tejados empapados de Sigüenza, pero aún soy incapaz de decirlo: así como no sabemos lo que pasará mañana, tampoco qué lo que de ayer recordaremos.</div>Borja Lucena Góngorahttp://www.blogger.com/profile/12546210620228856506noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-1604361170239102333.post-7222425195404373052010-01-25T14:00:00.000-08:002014-04-25T15:13:54.900-07:00Luciérnagas y mariposas.Eduardo Abril Acero<div style="text-align: justify;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-jtP-wREmC7E/U1reE4rrZzI/AAAAAAAAAtA/5ZA_7a1KhAg/s1600/mariposa.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://2.bp.blogspot.com/-jtP-wREmC7E/U1reE4rrZzI/AAAAAAAAAtA/5ZA_7a1KhAg/s1600/mariposa.jpg" height="200" width="200" /></a></div>
En qué momento fue que se nos escapó un poco de nosotros, un poco de mí. Recuerdo la primera vez que te vi, recuerdo tus ojos grandes y lánguidos, tu boca reteniendo palabras, tu cuerpo delgado y extremo. Recuerdo que esquivabas mis miradas, mis palabras y querías hacer como que yo no estaba allí pese a que una y otra vez venías, venías a mi y me buscabas.<br />
Al principio nunca nos veíamos a solas; nos encontrábamos en sitios concurridos, esperando que las miradas de los demás frenaran el deseo que no sabía frenar la voluntad. A veces yo te miraba fijamente sin hablar, y tu podías leer mis pensamientos; mis manos no recorrían tu cuello, ni tus hombros, ni acariciaban tu espalda, ni te sujetaban fuerte por la cintura... fuerte por la cintura; y mi aliento no se acercaba lo suficiente para calentar tu piel, ni para recorrerla, ni para detenerse en todos los cuartos oscuros de la imaginación. Era entonces que tus ojos se cerraban, exhalabas el último aire de los pulmones y al volverlos a abrir me mirabas con esa mirada escocesa.<br />
<span style="font-style: italic;"> “Vámonos” </span>te decía, “<span style="font-style: italic;">vámonos ya, vámonos a tu casa, a mi casa, a donde sea, pero vámonos”</span>. Tu negabas con la cabeza al tiempo que cerrabas los ojos y me reprochabas en un tono letánico <span style="font-style: italic;">“es que no puedo, no puedo Eric, no puedo”, “sí que puedes Ale”</span> te decía yo... “sólo inténtalo”. Y te enseñaba mis manos acariciando el aire, y tu las deseabas más que nada en el mundo. Deseabas licuarte y evaporarte para ser aire.<br />
Y así pasamos meses, entregados a una frenética negación. Y disfruté cada segundo de ese enorme <span style="font-style: italic;">“no”</span>; <span style="font-style: italic;">“no puedo”, “no quiero”, “no debo”</span>. Mi cuerpo se acostumbró a contener el deseo, a retener la mirada, a llegar a todos sus límites sin desbordarse, a implosionar sin hacer ruido, a descender a los infiernos y antes de tocar el fondo remontar el vuelo livianamente, como el Enola Gay frente al holocausto.<br />
Algunos días la tensión era insoportable; me dolían los ojos al pestañear y sentía cómo el aire recorría áspero mis pulmones. Me pellizcaba por debajo de la mesa haciendo que el dolor fuera intenso, manteniéndolo hasta que mis dedos se agotaban y perdían vigor. Después lo hacía con un lápiz y finalmente en casa, frente al espejo me cortaba con una cuchilla en los brazos y miraba como la sangre resbalaba por el codo, la muñeca, los dedos y las gotas explotaban al desparramarse sobre el blanco de la bañera. Mi cuerpo se relajaba un tiempo, después volvía a pensar en ti y deseaba verte y me retenía de nuevo.<br />
Pero llegó ese lunes que ni las miradas de las porteras, ni el aire frío que lo enfría todo, ni tus llamamientos a la santidad lograron impedir que me acercara a ti. Y tu boca me decía que no, pero tus ojos me dijeron <span style="font-style: italic;">“ven, soy tuya, haz conmigo lo que quieras”</span>. Y durante minutos, en tu casa, esa casa que huele a ti y huele a mi, sólo hubo tirones de ropa y tantos besos apresurados que parecían golpes de boca. Y acabé por no reconocer mi cuerpo por no saber distinguirlo del tuyo, y acariciar tu piel o la mía como si fueran la misma, sin saber si follaba o me masturbaba.<br />
Y empezamos a ser quiénes fuimos tanto tiempo; nuestras almas se escondían donde no pudieran ver nada, para no asustarse, y sólo mezclábamos nuestros cuerpos como animales sin pudor, sin retener ni un solo gesto, sin evitar ni una sola palabra. Me presentaba en tu casa sin avisar, o me llamabas a las cuatro de la mañana, o coincidíamos en la Fnac, daba igual. Tu no me preguntabas por mi trabajo ni yo a ti, no había delicadezas, no había cenas, ni cines, ni besos dulces, no había nada de nada porque no éramos ni tu ni yo. Durante el tiempo que compartíamos nos vaciábamos, nos ahuecábamos, nos hacíamos cóncavos y experimentábamos la más desfondante e infinita nada. Moríamos dulcemente durante horas y créeme si te digo que ansío volver a estar muerto.<br />
Pero entonces algo cambió.<br />
- si, Eric, algo cambió...<br />
- ¿el qué Alejandra?<br />
- Fue aquel día, nunca te duchabas en casa, pero ese día te duchaste. Supuse que irías a ver a alguien, alguien con quien sí compartías cenas, cines y besos dulces. Yo me quedé en la cama y me puse tu Ipod por no levantarme a por el mío. Y también porque tenía curiosidad por saber qué música escuchabas...<br />
- Ale, no...<br />
- Si, ya sé, te juro que me habría conformado solo con saber tu nombre y en realidad sabía tres cosas de ti: tu nombre, tu número de teléfono y tu dirección de email. Pero me entró la curiosidad. Tu has venido mil veces a casa, has visto las fotos que tengo en la cómoda, mi colección de cds, incluso puedes ver qué libros leo, pero yo no sé nada de ti.<br />
¿y qué pasó con el Ipod?<br />
- Estaba esa canción...<br />
- ¿cuál?<br />
- “Luciérnagas y Mariposas” de Lori Meyers – recordé la canción y sonreí.<br />
- ¿y qué pasa con esa canción Ale?<br />
- Mira, he escuchado esa canción mil veces y creo que nunca pensé en ti al escucharla. Simplemente me gustaba, me gustaba sin saber por qué. La llevo en mi Ipod y suelo ponerla en reproducción continua para que se repita una y otra vez. Pero no sé, todo cobró sentido cuando escuché esa canción en tu reproductor; de repente me di cuenta de que siempre ha hablado de ti, de una persona que me hace sentir, no sólo desear. ¿Y sabes? creo que no es verdad que no quiera cenas, ni cines, ni besos dulces Eric. De hecho me muero porque me des un beso, uno como el de esa mañana, al salir de la ducha – yo recordé cómo llevaba una toalla alrededor de la cintura y el pelo mojado, cómo me vestí deprisa y cómo me acerqué a darle un beso calmoso antes de marcharme.<br />
- vaya...¿entonces esto es una despedida?<br />
- ¿lo es Eric?<br />
- Si, lo es.<br />
<br />
<object height="344" width="425"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/Wm_5QZEOlcg&hl=es_ES&fs=1&"><param name="allowFullScreen" value="true"><param name="allowscriptaccess" value="always"><embed src="http://www.youtube.com/v/Wm_5QZEOlcg&hl=es_ES&fs=1&" type="application/x-shockwave-flash" allowscriptaccess="always" allowfullscreen="true" width="425" height="344"></embed></object></div>
Eduardo Abril Acerohttp://www.blogger.com/profile/18427976698499800054noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-1604361170239102333.post-70906697001153567522009-11-20T06:49:00.000-08:002014-04-25T15:23:54.710-07:00Del insomnio voluntario y la vida trascendente.Eduardo Abril Acero<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-fZrPFJLuBb8/U1rga2pcvxI/AAAAAAAAAtM/zJryl_ylF98/s1600/erizo.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://4.bp.blogspot.com/-fZrPFJLuBb8/U1rga2pcvxI/AAAAAAAAAtM/zJryl_ylF98/s1600/erizo.jpg" height="200" width="198" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
De madrugada, cuando todos duermen es cuando las palabras fluyen como la lluvia dentro de una taza de papel. Se deslizan deprisa y al pasar se desvanecen por todos los rincones del universo. Es entonces cuando aparece el demonio de la melancolía y me invaden pequeños charcos de tristeza, mezclados y diluidos en olas de felicidad que atraviesan mi mente, acariciándome, dominando mis sentidos y mis pensamientos.</div>
<div style="text-align: justify;">
Salgo a pasear y miles de farolas con su luz vacilante, iluminan con agonía la penetrante noche y bailan frente a mí como si fueran un millón de ojos ciegos. Y mis pensamientos, serpenteantes como un viento inquieto dentro de un buzón, van de aquí a allá, trazando el mismo errático sendero que mis pasos.</div>
<div style="text-align: justify;">
Escucho las risas de quien vuelve con el alba, y las sombras de la tierra más profunda silencian mis ensueños, incitándome, invitándome, excitándome. Nace entonces, desde la más absoluta nada, infinito e inmortal, el amor brillante, como un millón de soles que me llaman una y otra vez desde todos los rincones del universo.</div>
<div style="text-align: justify;">
Es entonces que pienso que nada va a cambiar mi mundo, y a continuación me desvanezco plácidamente en el dulce sueño. Cuando despierto todo se me muestra cambiado.</div>
<br />
<br />
<object height="265" width="320"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/AZ5WPXxNzPU&hl=es_ES&fs=1&rel=0"><param name="allowFullScreen" value="true"><param name="allowscriptaccess" value="always"><embed src="http://www.youtube.com/v/AZ5WPXxNzPU&hl=es_ES&fs=1&rel=0" type="application/x-shockwave-flash" allowscriptaccess="always" allowfullscreen="true" width="320" height="265"></embed></object><br />
<br />
<blockquote>
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small; font-weight: bold;">Across the universe</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">Words are flowing out like endless rain into a paper cup,</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">they slither while they pass, they slip away across the universe.</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">Pools of sorrow, waves of joy are drifting through my open mind,</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">possessing and caressing me.</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;"><br /></span></span>
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">Jai guru de va om</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">nothing's gonna change my world,</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;"><br /></span></span>
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">Images of broken light</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">which dance before me like a million eyes,</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">that call me on and on across the universe.</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">Thoughts meander like a restless wind inside a letter box</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">they tumble blindly as they make their way</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">across the universe</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;"><br /></span></span>
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">Jai guru de va om</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">nothing's gonna change my world,</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;"><br /></span></span>
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">Sounds of laughter</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">shades of earth are ringing</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">through my open views</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">inciting and inviting me</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">Limitless undying love which shines around me like a million suns,</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">it calls me on and on across the universe</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;"><br /></span></span>
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">Jai guru de va om</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">nothing's gonna change my world,</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;"><br /></span></span>
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small; font-weight: bold;">A través del universo</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">Las palabras fluyen como lluvia dentro de una taza de papel</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">se deslizan al pasar se desvanecen a través del universo.</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">Charcos de tristeza, olas de felicidad pasan por mi mente</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">dominándome y acariciándome.</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;"><br /></span></span>
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">Jai guru deva a om</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">Nada va a cambiar mi mundo</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;"><br /></span></span>
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">Imágenes de luz vacilante</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">que bailan frente a mí como un millón de ojos</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">me llaman y me llaman a través del universo.</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">Pensamientos serpenteantes como un viento inquieto dentro de un buzón</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">se tambalean ciegamente mientras recorren su camino</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">a través del universo</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;"><br /></span></span>
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">Jai guru deva a om</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">Nada va a cambiar mi mundo</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;"><br /></span></span>
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">Sonidos de risas,</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">sombras de la tierra</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">vienen a mi mente</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">incitándome e invitándome</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">Infinito e inmortal amor que brilla a mi alrededor como un millón de soles</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">que me llaman y me llaman a través del universo</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;"><br /></span></span>
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">Jai guru deva a om</span></span><br />
<span style="color: #666666;"><span style="font-size: x-small;">Nada va a cambiar mi mundo</span></span></blockquote>
Eduardo Abril Acerohttp://www.blogger.com/profile/18427976698499800054noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1604361170239102333.post-89635894498796397432009-11-07T05:12:00.000-08:002014-04-25T16:11:12.178-07:00Campos dorados.Eduardo Abril Acero<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-yP2CqLALPzo/U1rhv9OoVMI/AAAAAAAAAtY/1kk2Gy7vZNA/s1600/camposdorados.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://4.bp.blogspot.com/-yP2CqLALPzo/U1rhv9OoVMI/AAAAAAAAAtY/1kk2Gy7vZNA/s1600/camposdorados.jpg" height="199" width="200" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
Aparqué mi volkswagen debajo del plátano que le daba sombra en agosto a la tienda de caramelos. Paseé por la avenida mirando la cara de la gente y buscando gestos familiares cubiertos por una pátina de años polvorientos. Miré los edificios nuevos, el cartel que convertía la antigua casa de Luís en una sucursal del banco Central Hispano Americano y me detuve de espaldas a mi casa, mirando el callejón que subía hasta el colegio, por donde yo corría cada mañana hacía casi un millón de años.</div>
<div style="text-align: justify;">
Después seguí caminando, atisbando de reojo cómo una cara desconocida descorría las cortinas del despacho de mi padre y abría la ventana de par en par. Miré entonces fijamente a la la cara inexpresiva de aquella mujer, y busqué en la pared del fondo de la habitación diez docenas de docenas de libros que ya no estaban en los estantes de madera blanca; ni siquiera estaba ya la madera blanca.</div>
<div style="text-align: justify;">
Continúe andando hasta la alameda, después el cruce de la gasolinera, y más allá llegué a los campos de cebada, ampliando el horizonte hasta las montañas que atrapaban algunas nubes blancas. La brisa del oeste, que adelantaba el final del verano, agitaba la hierba agostada, convirtiéndola en un inmenso mar dorado.</div>
<div style="text-align: justify;">
Me acordé de ti, caminando a mi lado, tumbándonos encima de la cebada verde. Nos mirábamos y me abrazabas mientras tu pelo caía flotando por todas partes, junto a mi. “<span style="font-style: italic;">te quedarás conmigo, serás mi amor</span>” decías, tumbados allí, amparados por el cielo y el sol. Después, el viento del oeste, el mismo que soplaba ahora, y la llegada de Septiembre, nos llevó a diferentes sitios. Hoy recordé que tú me decías que nos volveríamos a ver.</div>
Te equivocaste.<br />
Aunque tal vez todo eso no fuera más que una canción que cantó una vez Eva Cassidy.<br />
<br />
<span style="font-weight: bold;">Campos de Oro</span><br />
Me recordarás cuando el viento del oeste se mueva<br />
Sobre los campos de cebada<br />
Olvidarás el sol en su celoso cielo<br />
Mientras caminamos por campos de oro.<br />
Así ella llevó a su amor para mirarlo un rato<br />
Sobre los campos de cebada<br />
Y cayó en sus brazos mientras su cabello caía (flotando)<br />
Entre los campos de oro.<br />
¿Te quedarás conmigo, serás mi amor<br />
Entre los campos de cebada?<br />
Olvidaremos el sol en su celoso cielo<br />
mientras estemos tendidos en campos de oro.<br />
Mira el movimiento del viento del oeste como si fuera un amante<br />
Sobre los campos de cebada<br />
Siente subir su cuerpo cuando la besas en la boca<br />
Entre los campos de oro.<br />
Nunca hice promesas a la ligera<br />
Y ha habido algunas que he roto<br />
Pero te prometo que en los días que quedan<br />
Caminaremos por campos de oro.<br />
Han pasado varios años desde aquellos días de verano<br />
Entre los campos de cebada<br />
Mira a los niños correr mientras se pone el sol<br />
Entre los campos de oro.<br />
Me recordarás cuando el viento del oeste se mueva<br />
Sobre los campos de cebada<br />
Le puedes contar al sol en su celoso cielo<br />
Cuando caminábamos por campos de oro.<br />
<br />
<object height="385" width="480"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/jZg-4htrzOk&hl=es&fs=1&"><param name="allowFullScreen" value="true"><param name="allowscriptaccess" value="always"><embed src="http://www.youtube.com/v/jZg-4htrzOk&hl=es&fs=1&" type="application/x-shockwave-flash" allowscriptaccess="always" allowfullscreen="true" height="385" width="480"></embed></object>Eduardo Abril Acerohttp://www.blogger.com/profile/18427976698499800054noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-1604361170239102333.post-43588747473059115622009-10-30T12:10:00.000-07:002014-04-25T15:38:25.752-07:00Paraísos perdidos.Eduardo Abril Acero<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://1.bp.blogspot.com/-XiDaJaQKIxo/U1rjgZJg4uI/AAAAAAAAAtk/T-zAD26fnCc/s1600/paraisos.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://1.bp.blogspot.com/-XiDaJaQKIxo/U1rjgZJg4uI/AAAAAAAAAtk/T-zAD26fnCc/s1600/paraisos.jpg" height="200" width="199" /></a></div>
De entre todos los paraísos, los mejores son los perdidos. El paraíso de la infancia dulce y cálida, el del amor esquivado, tiernamente trágico, el de la juventud sin pasado preñada de futuros, el del impaciente sexo a escondidas.<br />
El efecto más inmediato de estas pérdidas es la melancolía, esa felicidad deseante y vacía que nos envuelve y nos hace más profundos y sosegados. Por eso sólo quién ha vivido puede entregar su alma a la melancolía en soledad y sólo los hombres enfermos de melancolía pueden apartarse de la realidad de forma calmosa… y musicar el mundo.<br />
Escribe el amigo Friedrich en su Zarathustra:<br />
<br />
<blockquote style="font-style: italic;">
"Pero tu no quieres llorar, no quieres desahogar en lagrimas tu purpúrea melancolía, ¡por eso tienes que cantar, oh alma mía! -Mira, yo mismo sonrío, yo te predije estas cosas:<br />
- cantar, con un canto rugiente, hasta que todos los mares se callen para escuchar tu anhelo, hasta que sobre silenciosos y anhelantes mares se balancee la barca, el áureo prodigio, en torno a cuyo oro dan brincos todas las cosas malas y prodigiosas. […] Oh alma mía, ahora te he dado todo, e incluso lo ultimo que tenía, y todas mis manos se han vaciado por ti: - <span style="font-weight: bold;">¡el mandarte cantar, mira, esto era mi última cosa!</span>"</blockquote>
<br />
Es una lástima que todos <span style="font-weight: bold;">los paraísos perdidos no sean más que mentiras</span> amplificadas por el tiempo. Y sin embargo <span style="font-weight: bold;">la melancolía es algo tan real</span>…<br />
<br />
Neil Young canta a uno de esos paraísos.<br />
<br />
<object height="265" width="320"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/aCiLCo-LoUg&hl=es&fs=1&rel=0&color1=0x3a3a3a&color2=0x999999"></param>
<param name="allowFullScreen" value="true"></param>
<param name="allowscriptaccess" value="always"></param>
<embed src="http://www.youtube.com/v/aCiLCo-LoUg&hl=es&fs=1&rel=0&color1=0x3a3a3a&color2=0x999999" type="application/x-shockwave-flash" allowscriptaccess="always" allowfullscreen="true" width="320" height="265"></embed></object>Eduardo Abril Acerohttp://www.blogger.com/profile/18427976698499800054noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1604361170239102333.post-51438151820284373332009-10-28T14:02:00.000-07:002014-04-25T16:00:22.889-07:00Hacer promesas...Borja Lucena<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://3.bp.blogspot.com/-I48dPL29iRg/U1roY0_yM5I/AAAAAAAAAt0/ufg4_yPDDw0/s1600/mirada.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://3.bp.blogspot.com/-I48dPL29iRg/U1roY0_yM5I/AAAAAAAAAt0/ufg4_yPDDw0/s1600/mirada.jpg" height="199" width="200" /></a></div>
Hay pocas ideas capaces de hacerme bajar de esta rara creencia en la que vengo cayendo desde hace unos años, creencia que desfonda, como líquidos sin recipiente, cada una de las seguridades a las que estaba acostumbrado. Solía pensar que la filosofía le daba consistencia a mi alma sedienta de banalidades, sedienta de contingencias fugaces, de instantes luminosos y también de otros tan poco profundos como oscuros y peligrosos. <br />
Me gustaba secarme de tanta humedad a la luz del medio día del brillante sol de Platón. Y sin embargo, de pronto un día, el mundo luminoso de las ideas se esfumó y en su lugar se quedaron todas mis pasiones efímeras. <br />
Apareció entonces la muerte en sus formas más terribles, la ausencia… la espera. Su extraña familiaridad me hizo sospechar que había acompañado cada uno de mis desvelos durante años, tal vez todos los años, oculta bajo el disfraz del miedo.<br />
Pero una de aquellas ideas luminosas aún pervive: hacer promesas.<br />
<br />
Y no hay nada como la música para hacer promesas.<br />
<object height="265" width="320"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/OpQQUkVsmys&hl=es&fs=1&rel=0&color1=0xe1600f&color2=0xfebd01"></param>
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<param name="allowscriptaccess" value="always"></param>
<embed src="http://www.youtube.com/v/OpQQUkVsmys&hl=es&fs=1&rel=0&color1=0xe1600f&color2=0xfebd01" type="application/x-shockwave-flash" allowscriptaccess="always" allowfullscreen="true" width="320" height="265"></embed></object>Eduardo Abril Acerohttp://www.blogger.com/profile/18427976698499800054noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1604361170239102333.post-5307208775496730272009-09-24T08:57:00.000-07:002014-04-25T16:08:33.592-07:00Una minidecontrucción del sujeto.Eduardo Abril<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-5Kr2FzuIOek/U1rq4TwZGII/AAAAAAAAAuA/v_bv7TTIDLo/s1600/carcel.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://2.bp.blogspot.com/-5Kr2FzuIOek/U1rq4TwZGII/AAAAAAAAAuA/v_bv7TTIDLo/s1600/carcel.jpg" height="200" width="200" /></a></div>
Las canciones que escuchamos durante años han construido y reconstruido esa potencia actuante que somos. También lo hicieron los libros que leímos o las películas que vimos pero a mi me gusta pensar, seguramente sin demasiado fundamento, que son las canciones las que más responsabilidad tuvieron en la construcción y reconstrucción de lo que soy. Tanto es así que muchas veces he tenido la sensación de no haber comprendido un gesto, una experiencia hasta haber encontrado una canción que la musicara.<br />
<br />
Solo una vez, cuando me abandonaban, dije una frase repetida y melodramática como <span style="font-style: italic;">“vete, pero no encontrarás a nadie que te quiera tanto como yo”</span>. Ahora no sabría responder a la pregunta acerca de qué fue primero, escuchar mil veces <span style="font-style: italic;">Tu cárcel</span> de Los Enanitos Verdes, o la desesperación de ver que pierdes a la mujer amada; tal vez una no se habría dado sin la otra porque se copertenecen.<br />
Y es que no ocurre que escuchemos canciones porque tenemos sentimientos, sino al revés: porque escuchamos canciones tenemos sentimientos.<br />
<br />
<span style="font-weight: bold;"></span><br />
<blockquote style="color: #666666;">
<span style="font-weight: bold;">Tu Cárcel</span><br />
<span style="font-size: 78%;">Enanitos Verdes<br />Marco Antonio Solis</span><br />
<br />
<span style="font-style: italic;">Te vas amor</span><br />
<span style="font-style: italic;">Si así lo quieres</span><br />
<span style="font-style: italic;">Que puedo yo hacer,</span><br />
<span style="font-style: italic;">Tu vanidad no te deja entender</span><br />
<span style="font-style: italic;">Que en la pobreza se sabe querer.</span><br />
<br />
<span style="font-style: italic;">Y quiero llorar,</span><br />
<span style="font-style: italic;">Y me destroza que pienses así</span><br />
<span style="font-style: italic;">Y más que ahora me quede sin ti</span><br />
<span style="font-style: italic;">Me duele lo que tú vas a sufrir ..</span><br />
<br />
<span style="font-style: italic;">Pero recuerda</span><br />
<span style="font-style: italic;">Nadie es perfecto</span><br />
<span style="font-style: italic;">Y tu lo veras</span><br />
<span style="font-style: italic;">Más de mil cosas mejores tendrás</span><br />
<span style="font-style: italic;">Pero cariño sincero jamás.</span><br />
<br />
<span style="font-style: italic;">Vete olvidando</span><br />
<span style="font-style: italic;">De esto que hoy dejas y que cambiarás</span><br />
<span style="font-style: italic;">Por la aventura que tu ya veras</span><br />
<span style="font-style: italic;">Será tu cárcel y nunca saldrás.</span><br />
<br />
<span style="font-style: italic;">Quiero llorar</span><br />
<span style="font-style: italic;">Y me destroza que pienses así</span><br />
<span style="font-style: italic;">Y más que ahora me quede sin ti</span><br />
<span style="font-style: italic;">Me duele lo que tú vas a sufrir ..</span><br />
<br />
<span style="font-style: italic;">Pero recuerda</span><br />
<span style="font-style: italic;">Nadie es perfecto</span><br />
<span style="font-style: italic;">Y tu lo veras</span><br />
<span style="font-style: italic;">Más de mil cosas mejores tendrás</span><br />
<span style="font-style: italic;">Pero cariño sincero jamás.</span><br />
<br />
<span style="font-style: italic;">Vete olvidando</span><br />
<span style="font-style: italic;">De esto que hoy dejas y que cambiarás</span><br />
<span style="font-style: italic;">Por la aventura que tu ya veras</span><br />
<span style="font-style: italic;">Será tu cárcel y nunca saldrás.</span><br />
<br />
<span style="font-style: italic;">Pero recuerda</span><br />
<span style="font-style: italic;">Nadie es perfecto</span><br />
<span style="font-style: italic;">Y tu lo veras</span><br />
<span style="font-style: italic;">Más de mil cosas mejores tendrás</span><br />
<span style="font-style: italic;">Pero cariño sincero jamás.</span><br />
<br />
<span style="font-style: italic;">Vete olvidando</span><br />
<span style="font-style: italic;">De esto que hoy dejas y que cambiarás</span><br />
<span style="font-style: italic;">Por la aventura que tu ya veras</span><br />
<span style="font-style: italic;">Será tu cárcel y nunca saldrás.</span></blockquote>
<br />
<object height="344" width="425"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/dxMsVwJ2gXU&hl=es&fs=1&"><param name="allowFullScreen" value="true"><param name="allowscriptaccess" value="always"><embed src="http://www.youtube.com/v/dxMsVwJ2gXU&hl=es&fs=1&" type="application/x-shockwave-flash" allowscriptaccess="always" allowfullscreen="true" width="425" height="344"></embed></object>Eduardo Abril Acerohttp://www.blogger.com/profile/18427976698499800054noreply@blogger.com0