jueves, 26 de marzo de 2009

De haberlo sabido...
Eduardo Abril

El rock, a parte de unos cuantos acordes, una tonalidad simple y fija y un ritmo monótono, es un montón de tópicos. Ahí reside seguramente su avería y su redención. No engaña a nadie y tampoco lo pretende; no es pretencioso y le pasa factura a los que quieren serlo; no es intelectual, no es dialéctico ni revolucionario y desprecia a los que quisieron hacer de él una bandera política, por ejemplo. No es original, no busca sorprender ni seducir; es, ante todo, derrotista, cansado y nostálgico. Es una camiseta de algodón que nos ponemos para a andar por casa.

Por eso, los grandes roqueros no han dejado de repetir los mismos tópicos durante los últimos cincuenta años: humo, alcohol, carreteras de madrugada, moteles baratos, mujeres venenosas a las que olvidar con otras mujeres venenosas, derrota y más derrota, indiferencia, superficialidad, amigos despreciados, olvidados, recuperados, sexo amargo y sucio, fracaso y marginación… drogas. El rock es el arquetipo de la derrota, algo que el hombre contemporáneo experimenta con cada paso que prueba su libertad moderna. Somos libres, libres para fracasar…


Wendy, déjame entrar, quiero ser tu amigo
Quiero guardar tus sueños y visiones
Sólo tienes que enroscar tus piernas
alrededor de estas llantas de terciopelo

Y atar tus manos al motor
juntos podríamos escapar de esta trampa
Correremos hasta la última gota
Nena, nunca volveremos
¿querrás caminar conmigo por el alambre?
Porque, nena, yo sólo soy un jinete asustado y solitario
Pero he de saber qué se siente
Quiero saber si tu amor es salvaje,
quiero saber si el amor es real
Bruce Springsteen (Born to run)

A algunos les gusta salir a bailar
Y otros tienen que trabajar
Escuchadme ahora
Incluso hay malas madres
Que os dirán que todo es sucio
Sabéis que en realidad las mujeres nunca se desmayan
Y que los canallas siempre guiñan el ojo
Y que los niños son los únicos que se sonrojan
Y que la vida es sólo para morir
Pero nadie que tuviera un corazón
Cambiaría de opinión y lo rompería
Y nadie que haya interpretado su papel
Cambiaría de idea y lo odiaría
Dulce Jane, dulce Jane, dulce Jane
Lou Red (Sweet Jane)

Si me marcho de aquí mañana
me seguirás recordando?
tengo que viajar ahora,
por que hay muchos lugares que tengo que ver.
Pero si me quedara aquí contigo nena,
las cosas no podrían ser iguales.
Porque ahora soy libre como una pájaro.
Y no puedes cambiar a este pájaro.
dios sabe que no puedo cambiar.
Lynyrd Skynyrd (Free Bird)



Quique González es uno de esos roqueros en los que se mezclan todos los tópicos del Rock. No engaña a nadie, sus canciones prometen todo un universo de derrotas y esperanzas truncadas, una buena banda sonora para la vida de cada uno de nosotros, hombres posmodernos.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Diálogos en el limbo


Para los que amamos la literatura y la filosofía es un raro placer toparse con obras que fusionen con maestría y conocimiento ambos géneros. Siempre había tenido a Borges como el príncipe soberano de este reino híbrido hasta que recientemente (lo cual tiene pecado) he leído Diálogos en el limbo, de Jorge Santayana. El autor publica esta pequeña obra maestra del pensamiento español en 1925 y en ella se narra el encuentro, en el limbo naturalmente, de los espíritus de Demócrito, Alcibíades, Sócrates, Avicena y otros, que son interrogados por un inquietante Extranjero, trasunto del hombre moderno, el cual confronta las modernas ideas y creencias con las enseñanzas de los antiguos.

Un resumen de los diálogos no puede, de ninguna manera, hacer justicia con la obra de Santayana. La calidad literaria de la obra junto con la lucidez de las discusiones filosóficas no pude glosarse en unas pocas líneas. Baste decir que algunas de las discusiones habituales en esta tierra feacia son formuladas allí, en términos necesariamente distintos, por los protagonistas de estos diálogos con tal acierto y honestidad que todos podemos reconocernos y reconocer al otro en el discurso de uno u otro filósofo.

Me queda finalmente una duda, una interrogación que quiero compartir: ¿Cómo un filósofo de la categoría de Jorge Santayana continúa siendo tan desconocido entre nosotros?