sábado, 7 de noviembre de 2009

Campos dorados.
Eduardo Abril Acero

Aparqué mi volkswagen debajo del plátano que le daba sombra en agosto a la tienda de caramelos. Paseé por la avenida mirando la cara de la gente y buscando gestos familiares cubiertos por una pátina de años polvorientos. Miré los edificios nuevos, el cartel que convertía la antigua casa de Luís en una sucursal del banco Central Hispano Americano y me detuve de espaldas a mi casa, mirando el callejón que subía hasta el colegio, por donde yo corría cada mañana hacía casi un millón de años.
Después seguí caminando, atisbando de reojo cómo una cara desconocida descorría las cortinas del despacho de mi padre y abría la ventana de par en par. Miré entonces fijamente a la la cara inexpresiva de aquella mujer, y busqué en la pared del fondo de la habitación diez docenas de docenas de libros que ya no estaban en los estantes de madera blanca; ni siquiera estaba ya la madera blanca.
Continúe andando hasta la alameda, después el cruce de la gasolinera, y más allá llegué a los campos de cebada, ampliando el horizonte hasta las montañas que atrapaban algunas nubes blancas. La brisa del oeste, que adelantaba el final del verano, agitaba la hierba agostada, convirtiéndola en un inmenso mar dorado.
Me acordé de ti, caminando a mi lado, tumbándonos encima de la cebada verde. Nos mirábamos y me abrazabas mientras tu pelo caía flotando por todas partes, junto a mi. “te quedarás conmigo, serás mi amor” decías, tumbados allí, amparados por el cielo y el sol. Después, el viento del oeste, el mismo que soplaba ahora, y la llegada de Septiembre, nos llevó a diferentes sitios. Hoy recordé que tú me decías que nos volveríamos a ver.
Te equivocaste.
Aunque tal vez todo eso no fuera más que una canción que cantó una vez Eva Cassidy.

Campos de Oro
Me recordarás cuando el viento del oeste se mueva
Sobre los campos de cebada
Olvidarás el sol en su celoso cielo
Mientras caminamos por campos de oro.
Así ella llevó a su amor para mirarlo un rato
Sobre los campos de cebada
Y cayó en sus brazos mientras su cabello caía (flotando)
Entre los campos de oro.
¿Te quedarás conmigo, serás mi amor
Entre los campos de cebada?
Olvidaremos el sol en su celoso cielo
mientras estemos tendidos en campos de oro.
Mira el movimiento del viento del oeste como si fuera un amante
Sobre los campos de cebada
Siente subir su cuerpo cuando la besas en la boca
Entre los campos de oro.
Nunca hice promesas a la ligera
Y ha habido algunas que he roto
Pero te prometo que en los días que quedan
Caminaremos por campos de oro.
Han pasado varios años desde aquellos días de verano
Entre los campos de cebada
Mira a los niños correr mientras se pone el sol
Entre los campos de oro.
Me recordarás cuando el viento del oeste se mueva
Sobre los campos de cebada
Le puedes contar al sol en su celoso cielo
Cuando caminábamos por campos de oro.

3 comentarios:

Borja Lucena Góngora dijo...

Coño! ¡Coincidimos! Pues sí, Edu, la poesía no es tan terrible y creo decir con algo de acierto que, efectivamente, llega a tocar el mundo.
Esta versión de la canción de Sting es, sin duda, la más acojonante que se ha hecho. Y no creo que se pueda hacer mejor. Esta chica que murió tan joven y tan anónima entre miles de cantantes y músicos que tocan bolos indiferentes todos los fines de semana, esta chica rubia y feúcha tuvo la mejor voz, la más intensa y fugaz.

Borja Lucena Góngora dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Borja Lucena Góngora dijo...

Recuerdo también otra versión increíble debida a Eva cassidi, la del standard de jazz "autumm leaves". Poco tiene que ver con el original, pero es realmente impresionante.