Adán se levantó por la mañana y lo primero que miró fueron sus mensajes del móvil. Vio que su foto de perfil había cambiado por la misma que tenía el día anterior pero teñida por la bandera de Francia. Abrió el panel de aplicaciones y pulsó en un icono que decía “Conciencia2 y un mensaje invadió la totalidad de la pantalla: “Twitter y Facebook han sido actualizados con los contenidos siguien-tes”. Leyó y descubrió que, mientras él estaba ayer por la noche viendo una película con su vecina Laura, a la que llevaba semanas pretendiendo, su perfil facebook y Twitter se había actualizado automáticamente: le había dado al “like” de varios de sus contactos, había retuiteado algunos memes, e incluso había colgado un comentario propio junto a un vídeo. Su actividad en las redes sociales era, a esa hora de la mañana, la de un ciudadano crítico y comprometido con el mundo, el medio ambiente y las causas más nobles. Y todo eso, sin mover un dedo, mientras la noche anterior se divertía con Laura.
Adán esbozó una sonrisa consciente de lo que había pasado, y se concentró en el contenido de su actividad. Al parecer, unos terroristas del Isis se habían colado en una sala de conciertos en París y habían matado a más de ciento veinte personas. “Vaya marrón”, pensó, y después leyó el comentario que había “escrito” la noche anterior, junto a un vídeo de la Torre Eiffel iluminándose por partes con el color de la bandera francesa: “Algunas veces no comprendo la irracionalidad absurda del ser humano, hoy todos somos franceses, unidos contra la barbarie”. Esbozó una sonrisa y se sintió lleno de orgullo por el comentario.
Hace unos meses, cansado de ser el último en enterarse de las cosas en la oficina, tras una lamentable experiencia, decidió descargarse esa App de la que le habían hablado, “Conciencia2”. Llegó a la oficina y un compañero le hizo un comentario desde la sala de café... “Adán, ¿te has enterado?, menudos hijos de puta”. Él asintió sin saber a qué. Enseguida comenzaron a llegar el resto de compañeros y las conversaciones parecían ir en una dirección clara: algo había pasado. Cogió su móvil y abrió Twitter buscando la respuesta, pero su repelente compañera Amanda se percató de su búsqueda. “Dios, Adán, ¿no sabes qué ha pasado? Llevas todo el fin de semana sin saber nada ¿no?”. Al parecer los últimos días habían sido una locura de violencia machista, habían muerto cinco mujeres a manos de sus parejas y las redes sociales ardían contra este tipo de actos injustificados.
Después de que se instalase Conciencia2, hace un año, nunca más le volvió a suceder eso. Es más, desde entonces sus compañeros le tenían por una persona sensible que estaba implicado con el mundo que le rodeaba, y todo se lo debía a esa maravillosa App. Conciencia2 hacía todo eso por él, seleccionaba artículos, los comentaba, retuiteaba lo más interesante, e incluso cambiaba su foto de perfil y su estado de acuerdo a los acontecimientos del momento de manera automática. Pese a su éxito, pues era una de las App más descargadas desde que había llegado al mercado, nadie reconocía abiertamente que la usaba. Era como un secreto a la vista de todos. Todo el mundo la la tenía y era consciente de que la actividad de las redes sociales era una farsa, que verdaderamente los contactos que uno tenía no pensaban o decían eso, que todo era Conciencia2 tomando ya las decisiones pertinentes que lo convertían a uno en un respetable miembro de la comunidad virtual.
Cuando esa mañana llegó a la oficina, Amanda le tomó del brazo y mirándole a los ojos le dijo con mucho sentimiento “Adán, ha sido muy bonito lo que escribiste en twitter anoche” y con un gesto muy cariñoso le puso una pequeña pegatina con bandera francesa en la solapa de la chaqueta. Después siguió repartiéndo insignias por la oficina.
Al medio día, tuvo una comida de trabajo con su jefe y varios de sus compañeros, junto con una delegación de la empresa que venía desde Barcelona. Comieron en L'Hardy y la conversación, salvo escasos momentos en que realmente trabajaron, estuvo acaparada por el atentado de París. Sobre todo después de que uno de los compañeros catalanes pasara un video de cómo los supervivientes escapaban de la masacre a través de una de las salidas de emergencia de la sala de conciertos, pasando por encima de los cuerpos de otros que no tuvieron tanta suerte. Una chica comentaba "mira, hay uno que se agarra a la ventana, qué cabrones, cómo pueden hacer algo así". justo después los camareros empezaron a poner en la mesa suculentos platos de perdiz, de pato y enormes solomillos de vaca.
Por la noche Adán había quedado con sus amigos para ir a la manifestación de repulsa. Incluso uno de ellos había hecho un grupo de whatsapp para el evento al que le había puesto el nombre de "Je suis Paris". El plan era ir a la concentración en Sol y después cenar en la Gastro de Chema, un sitio nuevo que tenía buenas críticas y todos tenían ganas de probar. El problema era que nunca coincidía que pudieran juntarse el grupo completo, así que la manifestación había sido la excusa perfecta para acudir finalmente al restaurante. En Montera, Adán se hizo un selfie con dos de sus amigos donde se podía ver la marabunta y a lo lejos una gran pancarta que rezaba "No al terrorismo". Conciencia2 tardó a penas unos minutos en identificar la foto y subirla a Facebook con el pie "Hoy Madrid también es París".
Cenaron y mantuvieron una animada conversación sobre el terrorismo yihadista. Unos decían que el problema son los musulmanes, que tienen una religión que promueve la violencia, mientras que otros defendían que hay que separar la religión de los terroristas, que son locos fanáticos. Después todos se tomaron una copa brindando animadamente por los franceses. Incluso, uno de ellos, se animó a cantar la Marsellesa viendo cómo todo el restaurante le acompañaba tarareando la música y sustituyendo la letra por la de la canción de Masiel.
A la salida de la Gastro, casualmente Adán reconoció a un antiguo compañero de universidad, que caminaba con prisa con una bolsa de McDonalds en la mano. "¡Coño Fede, qué casualidad¡, qué ¿has venido a la manifestación?". Fede le miró con hastío y le contestó seco, "Hola Adan, no he venido a la manifestación, solo he bajado a comprar la cena". Adán le miró con condescendencia y le habló pasándole el brazo por encima del hombro: "Fede, tu siempre tan raro. Tienes que ser un poco más sociable hombre. Míranos a nosotros, hoy todos estamos unidos para apoyar a las víctimas de París". Fede se quitó el brazo de encima y le contestó, ahora con una voz más firme: "¿Y qué pasa con las víctimas de Irak, de Afganistán, de Siria o de otra docena de países? ¿A esos no merece la pena apoyarles?". Todos los amigos de Adán se callaron de pronto y todos miraron". Adán miró a sus amigos, sonrió, y pensó para sí "joder, no tengo ni idea de qué me habla este tío, ¿por qué no habrá salido nada de eso en Conciencia2?". Luego habló en tono conciliador: "bueno sí, Paris, Afganistán, Siria... !qué más da¡ Lo importante es que estemos unidos frente a la barbarie ¿no?". Fede esbozó una sonrisa y contestó: "Claro que sí Adán, lo importante es que esteis unidos. Pero yo no, yo me voy". Se dio media vuelta y se marchó.
Al rato Adán miró su móvil y descubrió que había comentado en Facebook: "Cenando con los mejores amigos en la Gastro de Chema. Hoy más que nunca unidos"