El tráfico incesante. Las aceras se estiraban como un hilo de agua y de gente en torno al tráfico incesante. La tarde calurosa empezaba a declinar y a poblarse de sombras. Las terrazas crepitaban bajo el murmullo de conversaciones indescifrables. Un autobús azul abrió sus puertas y varios pasajeros se vieron perdidos en algún punto de la calle de Alcalá. La vida desordenada y confusa -la vida sin más- se envolvía en el ruido y la soberbia de las calles interminables y los edificios. En medio de todo, alguien levantó la vista al cielo lejano y lo descubrió atravesado por decenas de golondrinas.
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